El Mesón Albero, en el centro de La Línea solo tiene capacidad para 18 personas y, además, en mesas altas…porque no hay sitio para más. Alfonso Fernández y Manuela Sánchez dan de comer solo con reserva, sin carta y cambiando a diario el repertorio, aunque nunca falta algo de cuchara y el tartar de salchichón Joselito

 

Como no te fijes mucho, el Mesón Albero ni se ve. Ocupa una antigua casa de una sola planta en el centro de La Línea. La fachada da para una puerta en rojo, una ventana con flores… y nada más, apenas cuatro metros. Un letrero anuncia la presencia del establecimiento.

La puerta está siempre cerrada y un cartel anuncia que solo funcionan con reservas. «En un sitio tan pequeño es fundamental que el cliente se sienta a gusto y por eso funcionamos así para que haya siempre buen ambiente, sin bullas, ni apegotonamientos» señala Alfonso Fernández Cañas, 57 años y uno de esos profesionales de la hostelería que «nació para esto», que domina a la perfección el trato al cliente, un arte que se ha ido ganando a base de años detrás de un mostrador. Empezó muy joven en el negocio de sus padres, en el «Albero» que estaba en la plaza Cruz Herrera. Luego probó suerte en Madrid y al final decidió volverse a su tierra natal para poner en marzo de 2010 el restaurante actual. Junto a él, Manuela Sánchez Campos, peluquera de profesión, pero que decidió compartir el trabajo de su esposo cuando pusieron en marcha el establecimiento.

Vista exterior del local. Foto: Cosasdecome.

«Hace unos postres magníficos» señala Alfonso. Cada día tienen uno diferente y no lo cobran, lo regalan a los clientes para terminar la comida. Es una de las singularidades de este sitio en el que todo tiene mucha personalidad. El restaurante tiene apenas 40 metros cuadrados y puede ser el más pequeño de la provincia. En este espacio están incluidos una minúscula cocina, en la que solo cabe una persona trabajando, los cuartos de baño, un espacio de almacén, la barra y 3 o 4 mesas, todas altas. En total tienen capacidad para 18 o 20 personas, «como mucho» señala Alfonso. No hay terraza.

El interior del mesón Albero. Foto: Cosasdecome.

A raíz de la pandemia decidieron cambiar completamente su forma de trabajar. Ahora la barra funciona como una mesa más, con taburetes, y se reservan los espacios. El sitio responde perfectamente a su nombre y conserva la estética típica de los mesones. Las paredes están llenas de fotos de momentos de la historia del establecimiento y la estancia la preside la imagen de la Virgen del Rocío, de la que son devotos Alfonso y Manuela. Hay también un capote de torero y algún elemento taurino más haciendo referencia al nombre del establecimiento.

Alfonso está atento a todo. Nunca te falta pan, ni bebida. La presentación de la casa es un platito con aceite de ese color verdoso y para mojar, pan de Alcalá de los Gazules. No hay carta. Alfonso te dice lo que hay. Normalmente la propuesta no pasa de los doce platos. «Vamos a comprar a diario a la plaza de abastos de La Línea y allí adquirimos la mayoría de lo que ponemos».

Suele haber siempre algún guisito caliente y lo suyo es empezar con unos chicharrones. Son de los de panceta. Alfonso los compra en una carnicería de La Línea y luego los parte a trozos, les da un leve calentón y los aliña con un poquito de limón. Los sirve en papel parafinado, como en los ultramarinos.

Así se sirven los chicharrones en el mesón Albero. Foto: Cosasdecome.

El sitio funciona con pequeños platos. De alguna manera Alfonso te monta un menú degustación con lo que haya del día. «La cuenta suele salir por entre 20 o 30 euros». Aunque la carta cambia a diario hay dos o tres platos fijos. Los chicharrones suelen estar casi siempre y como plato fijo hay unos espárragos envueltos en jamón ibérico y queso Cheddar gratinado. La cosa se corona con un poquito de huevo hilado por encima.

Todos los platos tienen el toque de la casa. Así pasa con una de las estrellas del establecimiento, un tartar de salchichón ibérico de «Joselito» que viene cortado en pequeños dados y aliñado con mostaza y miel. La otra estrella es un pequeño montadito que lleva dentro una hamburguesa de carne de retinto cubierta con un alioli de cúrcuma y cebollino.

El tartar de salchichón. Foto: Cosasdecome.

El sitio es de esos que se saben los «sibaritas» de La Línea, que te confiesan el secreto tras dos o tres tapas de barra. El guisoteo es otro de los atractivos. La cosa varía a diario. Los más habituales son la berza, la fabada asturiana o los garbanzos con langostinos, aunque te pueden sorprender, por ejemplo, con unas lentejas con verduras coronadas con queso Roquefort.

Suelen tener también algunos cortes de carne para hacer a la plancha. A veces tienen cerdo ibérico y otras veces algo de vacuno o incluso cordero. Prestan también especial atención a los vinos. «Me gusta tener una oferta muy variada, con vinos de todas las denominaciones» comenta Alfonso. Las botellas están expuestas en la barra y en cada una figura bien a la vista el precio.

La hamburguesa de retinto. Foto: Cosasdecome.

Abren de martes a sábados para almuerzos y para cenas viernes y sábados, «aunque a veces abrimos para grupos otras noches». Los domingos y los lunes cierran. De postre nos tocó una tarta de queso y melocotón a la que invitó la casa.

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