El Bar Brim de Cádiz, con más de 60 años de historia, se ha convertido en un símbolo para los aficionados a esta bebida de la provincia

 

El aroma inunda todo, es un elemento de adorno más de la calle Compañía, en pleno centro de la ciudad de Cádiz. El ruido de la máquina a presión de la cafetera hace también «efecto llamada»… para qué hace falta más marketing. No hay concesiones, pero el que lo prueba vuelve. El café se toma de pie. No hay sillas, ni buenas vistas, ni pan para acompañar, ni churros, a no ser que se traigan de la calle. Las posibilidades de «maridaje» se limitan a unos sobaos, tortas de aceite de Inés Rosales y las populares rondeñas de Sanlúcar, nada más. No esperen encontrarse con una lista de cafés e infusiones de los más variados estilos, de eso nada: sólo o con leche y ahora también descafeinado, servido en vaso de duralex. El escenario no varía desde hace más de 60 años y el aire acondicionado se limita a una buena ventana abierta para que entre el fresquito y dos ventiladores, también con algunos años. Pero los que frecuentan su barra, que son legión, van allí a lo que van, a tomar buen café, a tomar un producto casi único, de filigrana.

Antonio Díaz, Orcero, 58 años, nacido en Cádiz, abre las puertas del Bar Brim todos los días excepto los domingos y fiestas de guardar. Lo aprendió todo de su padre, Antonio Díaz González que fundó el establecimiento allá por el año 1956.

Antonio Díaz Orcero junto a su padre y fundador del legendario bar Antonio Díaz González en una de las pocas fotos que existen de él en el establecimiento. Foto cedida por el Bar Brim.

Antonio afirma que no hay secretos para su producto. Café bueno, Catunambú, en este caso, una buena máquina para molerlo, un buen proceso de encapsulado, que ellos hacen a mano echando el molido en el recipiente con una cuchara, y una buena leche, que consideran fundamental. Ellos la utilizan fresca del día que le traen a diario desde Conil. Luego, está también el mantenimiento de la máquina para que los conductos no se estropeen con la cal del agua, por lo que hay que limpiarla frecuentemente. Pero lo cierto es que el producto es único y ha hecho que el establecimiento viva exclusivamente de eso, de servir café, que constituye el 90 por ciento de las ventas, destaca Antonio.

Santanderino de nacimiento

Antonio Díaz González nació en Cabezón de la Sal, en Santander. Cumpliendo a la perfección el «libro de estilo» de los chicucos, con tan sólo nueve años llega a Cádiz para trabajar junto a su tío Pedro que por entonces regentaba en la plaza de San Juan de Dios un establecimiento de gran fama que luego sería conocido como «El Novelty». Charo Aragón Pina, su nuera, 54 años, afirma que su suegro tenía una gran admiración por él, porque  le enseñó la profesión y todos los secretos del café. Charo conoció a su marido precisamente en el establecimiento y trabó una gran amistad con su suegro que le contaba, entre café y café, muchas historias de su vida.

Con su tío Pedro siguió unos pocos de años, cumpliendo el rito del chicuco. De lavar vasos, paso a servir al público hasta que su tío, reconocida ya su valía,  le encomendó el rango más alto, el de encargado del establecimiento, el máximo responsable tras él. Antonio, una vez aprendida la profesión, se atrevió a abrir negocio propio y se hizo con el café Morante, en la calle Columela (lo que hoy es el restaurante Nino´s) hasta que en 1956 se hace cargo de un pequeño local en la calle Compañía, el Bar Brim, que era entonces un bar donde se servían bebidas y comidas.

La llegada al Bar Brim

Pero la idea de Antonio era cambiar el negocio e ir desarrollando el proyecto que había pensado, la de centrarse en el café, su pasión y un producto que dominaba desde todos los puntos. En 1962 se casa con una gaditana, con Ana Orcero Ferrari, y ya a mediados de los 60 el Bar Brim tiene casi como único protagonista al café. Tan sólo queda ya un grifo de cerveza y las tapas han desaparecido del establecimiento. Pero el proyecto del niño que llegó a Cádiz con nueve años desde Cantabria tenía sus inconvenientes. Así, para atender a los obreros de Astilleros, el bar abría a las cinco y media de la mañana y por la noche le daban las tantas para dar servicio a los que salían de la última sesión de los cercanos cines del centro. La solución era que más de una noche se quedaba a dormir en el establecimiento.

Su único recreo era la playa de La Caleta, a la que solía acudir siempre que podía a darse un baño, fuera verano o invierno. Junto a otros tres compañeros eran conocidos como el grupo de Los Pingüinos porque acudían siempre a su cita con el mar. Charo señala que su suegro le contaba que cuando tenía que tomar alguna decisión importante le gustaba quedarse a pensarla allí junto al mar. Antonio murió prácticamente al pie del cañón, con los 90 ya cumplidos y sólo dos meses después de haberse retirado ya del establecimiento «porque no podía con los pies».

Antonio Díaz Orcero, la nueva generación

Su hijo, Antonio Díaz Orcero, que ahora regenta el establecimiento, señala que «nunca se quiso jubilar. Decía que esta era su vida y que aquí quería estar». Su hijo también acumula ya quinquenios detrás del mostrador. Comenzó a trabajar con su padre en 1994. Ha visto como llegaba a Cádiz desde el Norte un camión de cafés El Dromedario para servirles exclusivamente el género a ellos y al café de La Atlántida que todavía sigue funcionando en la calle Pelota. Ambos tenían fama de servir los mejores cafés de la ciudad.

Antonio Díaz cuenta que «mi padre era una persona muy humilde». Sin embargo el establecimiento que fundó es toda una institución en Cádiz. Su viuda, Ana Orcero, recuerda que muchos estudiantes de Medicina acudían al local a tomar café y luego, con los años, volvían con sus hijos para que ellos también probaran aquel café inolvidable. Antonio resalta que los tiempos han cambiado. Ya prácticamente no se venden licores, que antes eran los compañeros habituales del café de la mañana. Ya no abren a las cinco y media de la madrugada, porque no hay nadie que atender a esa hora. De todos modos a las siete y media ya están en planta y sirviendo los primeros cafés hasta las doce y ya luego, el café de la tarde: de 4,30 a 8, excepto los sábados que cierran por la tarde y los domingos que no abren.

Charo Pina Aragon junto a Ana Orcero, Antonio Díaz Orcero y Paco Alvarez, un antiguo empleado  en Bar Brim en una foto tomada en 2011. Foto: Cosasdecome

El nombre de Brim se debe, al parecer, a que en la calle existían dos bares con el mismo nombre y para no confundirlos a este se le puso el nombre de Brim, aunque eso fue antes de que lo cogiera la familia Díaz en 1956. La idea de Antonio es continuar con la fórmula de su padre, la del café y seguir dándole el mejor perfume, el perfume a café, a la calle Compañía.

Imagen del interior del Bar Brim tomada en el año 2011. En la barra puede observarse un vaso de los de Duralex donde se sirve el café. A su lado, tras la barra, Paco Alvarez, que llevaba entonces 41 años trabajando en el bar. La máquina que aparece en la foto sirve para moler el grano y es una de las joyas del establecimiento. Foto: Cosas de Comé

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