Los vinos están principalmente destinados a la hostelería, y ya hay centenares de botellas viajando destino a Taiwan.

 

En el Bajo Guadalquivir hay una Piraña que no da bocados, sino estupendos vinos. Juan Francisco Pulido, conocido con ese mote desde la infancia, ha llamado así a su bodega trebujenera y acaba de presentar los primeros vinos que comercializa con marca propia.

Pulido lleva mucho tiempo elaborando vinos; de hecho, es frecuente ver su nombre entre los de los ganadores de los concursos de mosto anuales (puedes leer más sobre su trayectoria aquí). Seguramente por eso, los primeros encargos los ha recibido antes de presentar los vinos, y no sólo le han llegado de restaurantes de la zona, sino también de puntos tan lejanos como Taiwan.

Rosa y Juan, durante la presentación.

Los de Bodega El Piraña no responden a la tipología de los vinos de Jerez, aunque en su mayor parte estén hechos con la principal uva del Marco, la Palomino. Son vinos sin fortificar -no se les añade alcohol- y para los que tampoco se utiliza el característico proceso de criaderas y soleras.  Son vinos «a la antigua usanza» y Pulido no duda a la hora de llamar a uno de ellos, directamente, «friqui». Pero vamos a entrar en situación.

Los vinos, con paisaje de fondo.

La presentación se celebró en Casa de campo de El Espinete, rodeados de viñedos y con unas vistas de postal al río Guadalquivir, por donde de vez en cuando pasaba un carguero que parecía, en perspectiva, surcar el campo. Rosa María García y Pulido se encargaron de presentar los vinos con este paisaje al fondo; sobre la mesa, los vinos, algún racimo de uvas, un terrón de tierra albariza y un fragmento de algún cacharro de barro recién recolectado en los campos… Para Pulido, seguramente el resto de algún ánfora fenicia de 3000 años de antigüedad que vendría, sobre la marcha, a atestiguar la larga relación de Trebujena con el vino.

Y aunque los protagonistas son los vinos, es justo y necesario dejar constancia de algunos destacados acompañantes de la cata que siguió a la presentación: el albur ahumado elaborado por Rosa, el vacuno de estero (toda la información aquí) de Miguel Núñez y el arroz con pollo del cocinero Víctor Álvarez.

Juan explica los pormenores del vino a los asistentes a la cata.

Y ahora sí: los vinos. Todos están elaborados con uva ecológica, aunque no tengan la certificación; de hecho sí la tienen algunos de los vinos que elaboran otras bodegas con las uvas procedentes de estas mismas cepas. El primero en salir a escena fue un vino de uvas Palomino (98%) y moscatel (2%) fermentado en depósito de acero inoxidable durante ocho meses. Se trata de Primario, un vino «de barra», ligero y amable, que mira frente a frente a la frecuente opción del copeo de verdejos y albariños. El moscatel cumple aquí la misión de afrutar el vino, que se podrá encontrar en las vinotecas a un precio de, aproximadamente, 12 euros.

Después se presentaron dos vinos elaborados de la misma manera: con mosto de primera yema de uva Palomino y ocho meses en bota jerezana de roble bajo velo de flor (es decir, bajo la característica capa de levadura que recubre vinos y manzanillas durante su maduración). Están hechos de igual manera, e incluso su precio será el mismo (aproximadamente 18 euros en vinotecas), pero son dos vinos diferentes. Y es que se trata de vinos de pasto, que ponen el acento en la procedencia de la uva. Lo que las distingue es que el vino Pago Alventus proviene del pago Alventus, y el vino Pago de la Rosa proviene… del Pago de la Rosa. Y aunque están cerca, la altitud y la cercanía con el río y el mar no son iguales y marcan la uva.

El carguero, arriba a la izquierda, parece surcar el campo.

Se trata de vinos pensados para el maridaje, vinos «gastronómicos», más complejos y elegantes, que recuerdan al fino; es más intenso el de La Rosa, pero el Alventus te deja con ganas de más… y no fueron pocos los que repitieron en la presentación.

El cuarto vino es un espumoso, elaborado con el método Ancestral, que lleva por nombre la antigua denominación de Trebujena: Tarbissana. Este vino, elaborado con uvas procedentes de cepas de más de cuarenta años, fermenta en botella. Es el vino que Pulido denominaba «friqui», por ser el más singular y uno de los más apreciados y peculiares de la cata. Los que pudimos probarlo nos podemos considerar afortunados: sólo hay 438 botellas, que se venderán a un precio (aproximado y en vinoteca) de 25 euros. De Primario y Pago de la Rosa hay 1800, y de Alventus, 1300.

Otra imagen de la presentación.

Juan Pulido ya piensa en los siguientes pasos, en cuáles serán los siguientes pagos que darán nombre a sus vinos tranquilos mientras afronta la distribución, que  a veces llega de las maneras más inesperadas: ha recibido una llamada desde Estados Unidos, porque alguien en Canadá estuvo hablando de los vinos trebujeneros de El Piraña.

Más información sobre vinos y bodegas aquí.

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