Fundado en 1945, este pintoresco y popular establecimiento aún sirve el vino autóctono chipionero de sus botas propias. La taberna ha incorporado ahora tapas calientes como pescaíto frito y guisos con productos de la zona.

No son pocos los que afirman que el moscatel, el vino de Chipiona por excelencia, se encuentra en peligro de extinción. Aunque la localidad aún mantiene vivos algunos reductos o templos del buen beber donde rendirle pleitesía. Bodega El Castillito es uno de estos bastiones. “La primera taberna como tal que abrió en el pueblo y la última de este tipo que se mantiene en pie”, afirma Damián Torices, su propietario, perteneciente a la tercera generación de la familia que lo regenta.  Un establecimiento ubicado junto a la pequeña fortaleza de la que recibe su nombre, muy próximo al centro de la localidad, que aún sirve a día de hoy casi una decena de tipos de moscatel directamente de sus propias botas. «Nuestro vino siempre ha sido nuestro mayor reclamo. La madre de nuestros vinos es única»

Damián Torices pertenece a la tercera generación familiar que regenta esta taberna. Foto: CosasDeComé

Damián Torices pertenece a la tercera generación familiar que regenta esta taberna. Foto: CosasDeComé

La tracición la inició Manuel Torices Mellado, abuelo de Damián. Fue él quien fundó esta bodega en 1945. Al menos esa es la fecha en la que se sitúa su apertura oficial. Años antes el establecimiento ya hacía las veces de club de amigos donde se elaboraba vino y se consumía acompañado de algo de comer. “Era una Casa-Bodega que no estaba abierta al público. Ahí paraban marineros y agricultores que tomaban moscatel con lo que se encartara. Un día, uno traía un pescado. Otro algo del campo. Así fueron nuestros inicios”, rememora Damián. Una prensa de uva preside el salón principal de Bodega El Castillito en homenaje a esos primeros años de vida del negocio de la familia Torices. Otra le acompaña, menos protagonista, junto a la barra. «Los mulos cargados de uvas llegaban hasta lo que hoy es el bar. Aunque en principio solo era un despacho de vinos. Las tapas llegaron después», aclara.

Junto a este salón principal y a la barra, decorados con útiles y recuerdos alusivos al moscatel y a Chipiona, Bodega El Castillito también cuenta a día de hoy con una zona de terraza. Y un patio interior. Todos ellos siempre atestados de clientes. No importa el día de la semana. Ni si se trata del momento del almuerzo o de la cena. Hay horas en las que no cabe un alfiler. Son muchos los fieles del vino dulce de la localidad que acuden con frecuencia a su refugio. «Principalmente la gente viene de Chipiona y Sevilla. Aunque también de Madrid, País Vasco y Bélgica. Hay una familia belga que para aquí desde hace años todos los días de sus vacaciones. Todos, sin faltar ni uno», relata el propietario, divertido. Damián hace gala de una cercanía inusitada con el cliente. Es atento, simpático y extremadamente servicial. El joven aprendió de su progenitor, Manuel Torices Naval, cómo tratar a las personas para que se encuentren como en casa nada más poner un pie en El Castillito. Y lo consigue con creces. «Mi padre fue mi mejor maestro. Él sucedió a mi abuelo en el negocio y se convirtió en hombre muy querido en Chipiona. Me enseñó a amar este oficio y a cuidar con cariño todos nuestros vinos». Manuel Torices Naval falleció en 2020 y desde entonces Damián se hizo con las riendas del establecimiento.

Manuel Torices, padre de Damián, en el primitivo establecimiento. Foto cedida

Manuel Torices, padre de Damián, en el primitivo establecimiento. Foto cedida

Desde la llegada de la tercera generación de los Torices al Castillito hay tradiciones que se mantienen inmutables. Como la constante demanda del moscatel pasas puro viejo y el dorado, las dos variantes que gozan de más popularidad en la bodega. «Todos nuestro vinos se venden muy bien. Pero estos dos se llevan la palma». Del primero destaca el propietario su «densidad y espesor», y del segundo su suavidad, «es muy dulce, por eso entra mejor». Respecto a la oferta gastronómica, conserva Damián la carta de tapas frías y salazones que siempre se ha servido en el establecimiento para acompañar al vino. «Lo más típico en la época de mi abuelo y mi padre era la tapita de mojama. Un clásico que no podía faltar. También el atún al natural» Aunque la llegada de Damián también ha imprimido nuevos aires al Castillito, que entroncan, a su vez, con sus inicios como Casa-Bodega. «Quería recuperar ese lugar de encuentro donde comer y beber bien. Por eso hemos empezado a servir, además de lo de siempre, tapas y platos calientes. La verdad es que la respuesta está siendo estupenda. Tenemos unos clientes que son para comérselos»

Así, en un guiño a la cocina de la zona y a los productos de proximidad, Bodega El Castillito ha ampliado su carta de la mano de Estrella y Milagros Infantes, madre y tía de Damián. De ellas han surgido exquisitas propuestas como las papas arrieras de Chipiona, el solomillo al moscatel, la carrillada al vino tinto, las croquetas caseras y el pescaíto frito «siempre fresco, que compramos a diario en la lonja». Cuentan además con una variada oferta de tostas entre las que destaca la de chicharrones de Cádiz con alioli de jamón. «Defendemos lo de aquí, la materia prima de Chipiona, y de Cádiz. Esperamos seguir haciéndolo por lo menos otros ochenta años más», concluye Damián Torices.

Damián junto a su madre, Estrella Infantes, y el personal de la taberna. Foto: CosasDeComé

Damián junto a su madre, Estrella Infantes, y el personal de la taberna. Foto: CosasDeComé

 

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