Mariscos Camilo es uno de los puestos más populares del Mercado de Abastos de Cádiz. Francisca Bernal, La Rubia, ha sido su marca durante casi 50 años despachando sus mariscos frescos de Huelva. Ahora está en manos de una nueva generación, pero Francisca no quita ojo

 

 

Es un puesto que no se olvida al verlo. Su nombre puede resultar familiar, pero si uno habla de los mariscos de “la rubia”, enseguida viene a la mente esta esquina repleta de mercancía y el intenso color rojo de los carabineros que allí venden.

En enero, Francisca Catalina Bernal Martín, La Rubia, se jubiló dejando a Mariscos Camilo huérfano de la imagen de esa mujer alegre y charlatana que ha pasado la mayor parte de su vida de cara al público en ese rincón de la plaza de Abastos del casco histórico de Cádiz. Desde los 17 años, hace 49, comenzó a trabajar en el puesto de Antonio Caballero, abuelo de su marido, Camilo Fopiani Caballero, que lo abrió en 1937.

El puesto, a la entrada del mercado, llama la atención de todo el que entra. Las fotos son inevitables. Foto: Cosas de Comé

En los comienzos, Antonio Caballero se dedicaba a la venta de los avíos de la paella: almejas finas o del ojo, cogidas en San Fernando para el arroz, y almejas de otros tamaños si se iban a preparar, por ejemplo, a la marinera. Lo complementaba con pescado como boquerones y caballas. Antonio les dejó el negocio a ellos, con Camilo dedicado a la compra del género y Francisca despachando, que es lo que más le gusta hacer. Desde entonces y hasta ahora, venden marisco fresco de Huelva y langostinos de Sanlúcar, como indica el distintivo oficial de la Cofradía de Pescadores de Sanlúcar. Con la llegada de una nueva generación al puesto hace cuatro años, han introducido el pescado fresco de la Bahía: “te lo preparan como tú quieras para que tengas que trabajar lo mínimo en la cocina”, comenta Francisca, que no se sale de su papel de vendedora profesional.

Lucen con el distintivo oficial de la Cofradía de Pescadores de Sanlúcar que asegura la autenticidad de sus langostinos. Foto: Cosas de Comé

Durante su trayectoria en el puesto, La Rubia ha creado una marca propia con su estilo de atender y de mostrar el género. Aunque se haya jubilado por motivos de salud, no deja de ir un ratito para echar un ojo. Lo poco que le han dicho que ande lo emplea en ir la puesto hablar con la gente, y comprar marisco. Casi 50 años vendiéndolo no ha hecho que pierda las ganas de comerlo. No deja de estar pendiente de todos los detalles. Recoloca los langostinos; revisa que no falte ninguna etiqueta, no tenerla supondría una multa y además les permite presumir de la calidad y frescura del marisco; saca conversación a quienes se acercan, sea de donde sean, no deja de alabar el producto: gambas de Huelva, coquinas, navajas, cañaíllas de la Bahía, las auténticas que son más claras y cuya concha tiene pinchos. Cada referencia puede ir acompañada de una clase magistral de Francisca. En el acuario, cigalas «en tronco» (las grandes), bogavantes, langostas, buey de mar.

La frescura del marisco está en sus bigotes sin romper, como cuentan en Mariscos Camilo. Foto: Cosas de Comé

Desde que falleció su marido, es su hijo Félix Fopiani el que se encarga de la compra del marisco en la lonja de Ayamonte. Estudió Empresariales y cuenta Francisca, orgullosa, cómo está de preparado y «lo que vale» para llevar adelante el negocio. Él y su hermana Tamara, despachando en el puesto, han heredado el negocio y le han dado nuevos aires. Ahora tienen una página web con tienda online que ha abierto un nuevo mercado donde pueden comprarles desde cualquier punto de la península y Baleares. La gente que los conoce al visitar el mercado en verano tiene así la oportunidad de volver a probar sus productos. Otros de sus clientes son hoteles y restaurantes. Además, venden algo de marisco cocido, listo para comer.

No son pocas las personas que solo acuden para echar una fotos: «Esto es un museo», dice Tamara. A Francisca no le hace mucha gracia que se amontonen frente al puesto y no dejen paso a los clientes. «Tenemos que vender»,  dice a los turistas mientras despeja el paso. Alenta a los trabajadores a que pregunten a los que se acercan si quieren algo y los alaba cuando llevan la camisa del uniforme, elegido por Tamara que antes trabajaba en una tienda de moda y que ya prepara la ropa que llevarán en invierno.

Los pescados que venden no tienen más de un día de captura. Foto: Cosas de Comé

Muchos ven el precio y no se fijan en que es por cuarto. «Los vendemos por lo que valen», explica Tamara, que también cuenta que los pescados no tienen más de un día de captura y que mucha gente compara precios y tiene que explicar que la diferencia viene de la calidad. Defendiendo esa calidad, tienen que procurar que la gente que se acerca al puesto no lo haga demasiado ya que dicen que los bigotes del gambas, langostinos… definen su frescura cuando no están rotos. Es un argumento que Tamara traslada a los clientes y que, sin duda, ha aprendido de su madre.

A veces les llaman para reservar mesa: «Nos ven en internet y piensan que somos un restaurante al vernos clasificados entre las mejores marisquerías de Cádiz». En el puesto siempre tienen una alternativa, comprar allí el pescado o el marisco y llevarlo al próximo Bar El Carrusel, que lo cocinan por cinco euros. «Te lo llevas y te lo comes prácticamente a precio de mercado».

Pero para recetas, las de Francisca, que siempre está dispuesta a compartir infinitas formas de preparar cualquiera de sus pescados y mariscos. Su forma preferida para éste es a la plancha: «Echas aceite y los extiendes. Cuando esté calientes lo rocías con sal, y pones los langostinos en fila, otro poco de aceite, y lo tapas. En tres o cuatro minutos los tienes listos».

Aquí, todos los datos sobre Mariscos Camilo

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Y aquí un video sobre la zona gastronómica del mercado de abastos de Cádiz:

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