El establecimiento se ha mantenido desde 1914 en el mismo sitio y con la misma familia isleña al frente
El diario “La Correspondencia de San Fernando” informaba en su edición del sábado 24 de octubre de 1914 de la siguiente noticia: “Anoche tuvimos el gusto de asistir, atentamente invitados, a la inauguración de la pastelería Victoria que nuestro amigo D. Rafael del Aguila ha instalado en la avenida Berenger esquina a la Alameda de Moreno Guerra. El local, destinado al despacho es amplio y en el predominan la elegancia y el aseo. Los dulces son, como tuvimos el gusto de probar, variados y selectos, que acredita la fama que goza el reconocido maestro de repostería, hermano del dueño y también amigo nuestro, D. Cristóbal del Aguila”.
La fecha no se había elegido al azar. El 23 de octubre es el día de los patrones de San Fernando, San Servando y San Germán.
Rafael, cuenta su sobrina, se había venido de Sevilla, donde trabajaba en una camisería para ayudar a su hermano Cristóbal que había decidido abrir una confitería. Había venido de Cuba donde había hecho algo de dinero. Con eso y lo que había aprendido antes en otras confiterías de la isla, se atrevió a poner en marcha su propio negocio. Lo hicieron en una zona céntrica y allí comenzaron a realizar sus acreditados dulces. Se especializaron según reza la publicidad de la propia firma, que conservan sus nietos como un tesoro, en “dulces finos y pastas”, “trabajos a la francesa” y “un esmerado servicio para bodas y bautizos”. Tenían también chocolates, bombones y caramelos “de las mejores marcas”.
Los dos habían nacido en San Fernando y pronto lograron el respaldo de sus vecinos. Ya por entonces hacían unas tartas de merengue, coronadas con frutas escarchadas, que todavía hoy, un siglo después, sigue siendo una de las estrellas de esta confitería famosa por sus roscos de Semana Santa aromatizados con clavo, que dejan ahora su impronta practicamente en toda la Alameda, donde está situada la pastelería.
A finales de la década de los 30 se incorpora a la pastelería el tercero de los hermanos, Francisco, que, posteriormente sería el que seguiría el negocio familiar y el que cedió el testigo a su hijo Cristóbal el siguiente maestro pastelero de La Victoria. Ahora tiene 85 años y aún continúa yendo todos los días hasta el despacho familiar que sigue ocupando la planta baja de la finca de la Alameda. El local sigue conservando mucho encanto. Un viejo espejo sigue presidiendo la estancia donde los dulces continúan teniendo un cierto regusto francés. Todos, son pequeños, de los de dos o tres bocaos, apartados de la costumbre habitual de la provincia de hacerlos más “generosos” de tamaño.
Cristóbal haría famosos los roscos de Semana Santa que ya, dada su fama, se realizan desde después de la festividad de Reyes hasta el domingo de Resurrección. En San Fernando, cuando sale el Nazareno, en la madrugada del Viernes Santo, la pastelería se puede mantener abierta hasta las cinco de la mañana para atender al público que se acerca a comprar los roscos en paquetes de papel blanco con un cuarto de kilo de pequeños roscos trenzados de pequeño tamaño y aromatizados unicamente con clavo.
Cristóbal tiene muchos recuerdos de la pastelería, el más llamativo es cuando a mitad del siglo XX vendía junto a los dulces, vasos de leche a una peseta. Lo bueno es que la leche venía directamente de ocho vacas que cuidaba en una granja que tenía practicamente frente al despacho. Luego ya se incorporarían al negocio familiar sus hijos. El primero fue Diego que tiene ahora 55 años y que entró a trabajar con 14. Doce años después, en 1982, lo haría Francisco. Hizo algunos cursos de Empresariales: “Pero aquello no era lo mío. A mi lo que me gustaba era lo que había visto de pequeño, los dulces y las tartas que veía hacer a mi padre”. A los 11 años ya estaba haciendo los repartos de las tartas de merengue.
Todavía aún el público sigue pidiendo que les pongan en lo alto una “perita en dulce” es como la imagen de marca de la firma. “Ya no se las comen sólo para las celebraciones, sino que vienen cualquier día a comprarlas simplemente porque les apetecen”. Efectivamente, hay varias preparadas en el frigorífico del despacho, que comparte escena con un peso de lo menos 40 años y dos expositores en los que conviven roscos de hojaldre, chuletas de crema y yemitas de coco, con empanadas y trozos de pizza, para atender los deseos del público joven.
La Victoria siempre ha estado muy unida a la Semana Santa. De hecho hace veinte años que instauraron un premio anual, el Rosco de Oro, que entregan en Semana Santa. Este año será para la revista “San Fernando Cofrade”. Los del Aguila decidieron incluso en 1973 ampliar el negocio y abrieron un segundo despacho, que aún se mantiene, “La Nueva Campana” en el lugar que ocupaba una mítica pastelería isleña “La Campana”.
La historia y los dulces más apreciados de la pastelería en fotos
Horarios, localización, teléfono y más datos de la pastelería La Victoria, aquí.
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