En la zona conocida como Barrio del Avecrem o Barriada España de Cádiz, el restaurante El Cucharón gana clientes día a día en su discreta ubicación por su cocina casera y el buen servicio de Tamara y Daniel

 

Un rato en El Cucharón da para ver el trasiego del barrio en el que se encuentra: los habituales a los que no se les pregunta qué quieren, se les sirve directamente; reservas para dentro de unos días; llamadas para encargar comida para recoger y los que van a comer tras la jornada de trabajo.

El guiso cambia cada día. En la foto, unas deliciosas habichuelas con arroz. Foto: Cosas de Comé

Es un bar de barrio, punto de encuentro y un sitio donde comer muy bien, en una zona donde escasean los restaurantes, el conocido como barrio del Avecrem. Abrió hace ocho años, por iniciativa de la pareja formada por Daniel Macanaz y Tamara Santos. Los dos trabajaban en la hostelería cuando se les presentó la oportunidad de hacerse con el local de la calle García de Sola 13. Una peculiar ubicación en un pasillo que da al patio del edificio de viviendas en el que se encuentra. Es una zona no de mucho de paso, no muy comercial, desde cuya acera se puede ver una tímida terraza en el túnel. Aún así, es un bar desde hace tiempo, antes bajo el nombre de Lobato y luego La Salazón. Ahora, como El Cucharón, parece tener una larga vida ante el boca a boca de los vecinos que recomiendan su cocina.

Tamara es la cocinera, mientras que Daniel se ocupa de la sala. A pesar de que ella está en la treintena, más de un cliente que no la conoce, piensa que se trata de una cocinera «antigua». Es porque aprendió a cocinar de la mano de la tía de su madre, a lo que ha ido sumando sus propias elaboraciones practicadas a lo largo de su carrera. Ella ha crecido en el barrio, y su pareja, no muy lejos, en Guillén Moreno. Cuando se hicieron con el local, lo reformaron deshaciéndose de los azulejos sevillanos que adornaban las paredes, algo pasados de moda. El cambio logró hacerlo más acogedor y funcional, a pesar de que no es muy grande.

La cocina que ponen en práctica en El Cucharón es una comida casera, hecha con tino y calidad. La carta es amplia y variada, que termina de configurarse con los fuera de carta, que suele ser una lista larga. De una rica ensaladilla a sus croquetas, pasando por guisos que cambian según el día. Uno de ellos, unas habichuelas con arroz, trasladan a quien las prueba a la comida de madres, padres, abuelas. Pescado frito, ensaladas, carnes, arroces que preparan por encargo, configuran una carta sin estridencias modernas, enfocada a comer bien y rico. Uno de esos platos que hacen que se diferencien del resto es el timbal El Cucharón, una mezcla de patata confitada con jamón, queso y una salsa de chorizo que se corona con un huevo frito. No es una delicatessen moderna, no es un plato de diseño, es apetitoso al verlo (todo el que lo ve pregunta qué es) y al comerlo, y todo con un precio más que justo.

La entrada al establecimiento en un corredor que da al patio de las viviendas del edificio. Foto: Cosas de Comé

Este es el motivo por el que los clientes reservan, y con bastante antelación. En fechas clave, como las pasadas Navidad, se encuentran con el libro de reservas lleno, a veces con dos turnos en los que el primero no tiene tiempo de sobremesa. El secreto de su éxito es que su fama se va extendiendo poco a poco. No hay nada de marketing más allá de la buena atención que da Daniel a todos los entran a El Cucharón. Cuentan que fue un amigo el que les dio de alta en Google, y es quien les va informando de los comentarios que va sumando su perfil. Tampoco tienen tiempo para gestionar redes sociales, solo para anunciar los periodos de vacaciones. Incluso así, siempre llegan clientes que van por primera vez tras haber escuchado una recomendación de un conocido.

Más sobre El Cucharón, en este enlace.

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