A sus 67 años, el enólogo de González Byass, es una de las personas más respetadas en el sector. Con más de 40 de experiencia se ha convertido en uno de los iconos de la difusión de los jereces en todo el mundo y es capaz de convertir en un espectáculo cada una de sus catas

 

Tenía 9 años. Lo recuerda perfectamente. Es como la historia de Obelix, el de los tebeos, pero en bodega jerezana. Andaba por las instalaciones, junto a su padre. Era tiempo de vendimia. Por entonces en las bodegas había unas grandes piletas recubiertas de azulejos blancos donde iba a parar el mosto recién exprimido. El joven Flores perdió pie y cayó en el interior del gigantesco recipiente…fue su baño de vino.

Los astros siempre se empeñaron en que se dedicara a este mundo. Su padre, por el que siente veneración, entró en González Byass con 14 años, de chico de los recados y se fue con 72 siendo director técnico, en una demostración andante de eso tan poético de los hombres hechos a si mismos.

La familia Flores Pedregosa vivía en la bodega, como si fuera una Casa Cuartel de la Guardia Civil y allí nació Antonio, en una casa situada encima, curiosamente, de donde se encontraban las botellas más antiguas que conservaba la firma surgida en 1835.

Imagen de El Botellero de González Byass. Las paredes tienen grandes estanterias donde reposa la colección de vinos históricos. Foto: Cosasdecome

Fue un niño inquieto, de esos que están «al liquindoi», muy imaginativo. Aficionado a la lectura, a la radio, que sigue siendo su mejor somnífero y su alarma para despertar, se imaginó de chico siendo muchas cosas. Soñó con ser guardia marina, después de fascinarse viendo botón de ancla. Planificó su vida como misionero y con destino en Kinsasa (El Congo) y se llegó a plantear estudiar «arte dramático» porque siempre le ha gustado lo relacionado con el arte, pero al final su padre le sentó la cabeza y terminó siendo uno de los primeros profesionales de Jerez que estudiaba enología. Lo hizo en la escuela «Rovira i Virgili» en Tarragona, cuando por aquí ni se habían puesto en marcha los estudios de enología.

La mili en la marina, donde los vinos le permitieron cumplir el compromiso con la patria «en comodito». Escribe con pluma y en cuaderno de rayitas. Le gusta la rima consonante y componer frases de esas que se quedan grabadas. Se define como «hacedor de vinos», como se le conoce en el mundo paralelo de las redes sociales y afirma que elabora «vinos que curan el alma y alegran el corazón». Ha sido reconocido como mejor enólogo del mundo, ha recorrido tres cuartas partes del universo como embajador de González Byass, que considera su familia, pero conserva el valor de la humildad y el de la conversación amena.

Antonio Flores con una copa de vino. Foto: Cosasdecome

Gafas más limpias que el parabrisas del Papa Movil. Chaqueta azul, de paño, de entretiempo. Camisa de acuadrito, en ceslestito, sin corbata, que hace ya caló y está en confianza…no necesita su terno de uniforme de cuando celebra sus aclamadas catas en las que es capaz de hacer poesía en torno al vino de Jerez, llegando a arrancar olés de los presentes como el mejor de los toreros. Se confiesa currista y paulista y en sus intervenciones públicas para presentar los vinos tiene gestos de arte, pero en vez de con muleta y espada, con certeros golpes de muñeca, venencia y unos meneitos de copa que hacen que los vinos brillen más.

En el bolsillo superior, asoma de forma discreta un pañuelo estampado. Antonio Flores tiene 67 años, muy bien llevaos. El mismo elige su ropa y reconoce que tiene su «traje de los domingos», un terno azul que utiliza para los compromisos más importantes.

Ha afrontado proyectos muy sonados en el sector y que se elevan por encima de lo meramente empresarial, que son casi piezas fundamentales para recuperar la memoria del Jerez. Así cuida y da brillo al botellero de González Byass, una impresionante colección de botellas de vino que la familia González Byass ha ido conservando y donde hay envases que superan el siglo de antigüedad. Flores, ahora en unión de su hija Silvia, que también sigue el camino de la familia, está ordenando «y leyendo»  este archivo líquido «porque entender el pasado nos permite construir el futuro» señala. Acuñó la frase «Sherry Revolution», una especie de filosofía en jerezano que defiende que el futuro del sector está en buscar y seguir sus raíces.

Este es el objetivo de alguna de sus colecciones más sonadas, como el Tío Pepe en rama, una selección del fino más popular de la firma que se comercializa cada año, en pequeñas sacas. Fueron de los pioneros en el sector en comercializar vinos «en rama», sin filtrar para el embotellado, conservando las mismas características que cuando reposan en la bodega. Flores es también una persona «en rama», que conserva la autenticidad. Su trabajo consiste en recorrerse los cascos de González Byass buscando cuales son las mejores botas de vino para llevarlas a esta colección que se ha convertido en un emblema para la firma.

Tio Pepe en rama 2023.

Lo mismo ocurre con los finos «palma», otra colección de vinos seleccionadas o con las experiencias llevadas a cabo con El Juan Sebastián Elcano donde se han embarcado botas de vino emulando lo que se hacía en el siglo XIX.

Flores hace catas rimando albero, tiza y colores del vino. Antes de cada una escribe en su cuaderno «de campo» las frases que va a pronunciar. Señala que es persona de meditar. 10 minutos antes de cada cata se refugia en algún escondite para concentrarse en su actuación, que tiene algo de aquel arte dramático que le hubiera gustado estudiar de joven. Practicante de la siesta a media tarde, si puede ser en cama y con pijama, le encanta escaparse a comer por las ventas de la provincia de Cádiz y también perderse en el silencio de la bodega simplemente para pensar.

Silvia Flores ha seguido el camino de su padre y de su abuelo. Foto: Cosasdecome

Recuerda especialmente una cata que hizo con Pitu Roca, el somelier de Can Roca, considerado uno de los mejores restaurantes del mundo y un apasionado de los jereces. En el acto, ante más de mil personas, intervenía también el guitarrista Diego del Morao. El evento tuvo lugar en el teatro BBK de Bilbao.

Reconoce que escribe también novelas cortas con el vino de fondo y no descarta atreverse a algo más, pero por ahora, Antonio Flores, poeta en rama, hijo de capataz distinguido y padre de enóloga prometedora, sigue con su cuaderno de rayas, prefiere componer obras bebibles, cuyo argumento merecen grandes aplausos, por cierto.

…Y además