Con la jubilación del charcutero y cierre de Alimentación Rivas, se pone fin a más de 80 años de una trayectoria familiar que comenzó con la llegada de un yunquerano, su padre, a Cádiz

 

Para Félix Rivas, cortar jamón con precisión de samurai no tienen ningún secreto porque lleva 45 años haciéndolo. Los suficientes como para que sea ya hora de retirarse de un oficio que no encuentra relevo. Tras la vitrina de su puesto número 9 del Mercado Virgen del Rosario, que cerrará en junio, hay muchas anécdotas que narran el paralelo la historia reciente del comercio gaditano.

La charcutería de Félix Rivas es un negocio familiar que empezó su padre hace casi 80 años cuando llegó de Yunquera, Málaga. Al igual que los cántabros, conocidos como montañeses, numerosos yunqueranos llegaron a Cádiz para dedicarse a la venta en tiendas de alimentación y otros productos de primera necesidad.Como los Víquez, o los Alcázar, apellidos conocidos en Cádiz por sus establecimientos, que tienen también origen en pueblo malagueño. José Rivas “el parnua” llegó en 1945, con 25 años, para trabajar junto a sus primos como aprendiz, sin más sueldo que la experiencia que pudiera atesorar y un parco alojamiento junto al resto de trabajadores. Fue acogido por sus primos, que ya tenían en marcha la tienda Las Tres B, frente al mercado central. Como aprendiz, trabajó también en La Palma de Dorotea y Chirlachi en ambos Puerta Tierra, comercios ya desaparecidos. Fue en el año 52 cuando pudo independizarse en el mercado de La Merced, en el puesto número 48. Estaba en el exterior, compartiendo espacio con las pescaderías.

Fotografía de José Rivas, padre de Félix, que conserva en su puesto junto a la de su madre Loli Medina. Foto: Cosas de Comé

Allí no solo vendía alimentación, la charcutería por aquel entonces no tenía tanta variedad como ahora, si no que que se combinaba con productos de limpieza. Su proximidad a la estación, su obligación como yunquerano y su carácter acogedor, le hicieron recibir y emplear a sus paisanos, como en otros tiempos hicieron con él. Recuerda Félix con mucho afecto al único no yunquerano que trabajó con su padre: José Pérez González, propietario de la tienda de Bar La Escalerilla junto al estadio.

El negocio crecía, llegando a ser el propietario del puesto de la Merced, más otros dos, uno enfrente del mismo mercado y otro en la calle Botica 31. Todo esto, cuenta Félix, gracias al papel de su madre, Loli Medina, que también trabajaba con José.

Jose Rivas pudo ser propietario de varios supermercados en Cádiz, como fue el caso de Juan Macías que fundó la marca SuperCerka, que además trabajó con él. Pero no era ambicioso, dice su hijo, “se dedicó a vivir”, además, murió con tal solo 55 años.

Por aquel entonces los mercados abrían todos los días, menos los domingos por la tarde. Aquello era el equivalente a las redes sociales de hoy. Todo lo que pasaba en Cádiz, se difundía en el mercado. Con una campana, un guardia avisaba de la apertura de las puertas. En la época del padre de Félix, al no haber neveras, todo lo fresco y perecedero tenía que comprarse y consumirse cuanto antes, por ese motivo se formaban colas, y había alguna que otra pelea. Y no solo la vida fluía dentro del mercado, también en los alrededores con tiendas de flores, discos…

Imagen del mercado de La Merced en 1980, con escasos puestos abiertos. Al fondo a la izquierda, el puesto de Rivas. Foto cedida por Kiki Fotografo

El fallecimiento de Jose Rivas hizo que Félix se metiera en el negocio familiar, que, al contrario que a sus hermanos, Miguel, Loli y Pepe, no le gustaba. Todos continuaron con sus propias tiendas de alimentación. Miguel fundó la tienda El Capricho (conocida como”La tienda de Miguel”) en Teniente Andújar famosos por sus bocadillos camperos, mientras que Pepe se fue a la galería de San José, también con una tienda de alimentación. Ambos se han jubilado ya, lo hicieron en el Bar Atalaya, propiedad de Miguel, que tiene charcutería, “el sello de identidad de la familia”, como explica Félix.

Su hermana Loli (“la matriarca”) se hizo cargo del establecimiento de La Merced, que fue el único que conservaron. Fue con ella con quien Félix comenzó en 1979. Dice que gracias a ella, el negocio que con tanto esfuerzo levantó su padre, sobrevivió. Fueron tiempos duros en los que incluso algunos proveedores no querían venderles ante la ausencia de José. Félix reconoce el papel fundamental de su hermana, y de todas las mujeres de la familia, su madre, sus cuñadas Mari y Chari, y su mujer María José Gómez, que también se jubila con él y que empezó en el negocio ya de novios, cuando Félix hizo la mili, allá por el año 1980. Además de atender al público, también se ha dedicado con él a la parte que no se ve: la limpieza, gestionar los pedidos en Navidad…: “Si no hay una mujer, no hay tienda”, explica Félix enfatizando en la importancia de esta figura.

Alimentación Félix Rivas, en el puesto número 9 del mercado de Virgen del Rosario, cerrará el 1 de junio. Foto cedida.

Además de renovar el puesto de La Merced cuando llegó, el charcutero fue un pionero en decorar un espacio que no fuera ni de pescados ni de fruta en la fiesta de Los Tosantos, que hasta tenía un certamen de Miss Mercado . Su primer montaje fue con pescado, no en su tienda, llamado “Primer Torneo de Balonpecesto 85” el que simulaba un partido de baloncesto. A partir de ahí, como buen aficionado al belenismo, ha ido recreando rincones gaditanos como la antigua fábrica de tabaco, el teatro Falla, las Puertas de Tierra, el trofeo Carranza o películas como Ratatuille, Coco, o Piratas del Caribe, en 2023, su último Tosantos. Con ellos consiguió más de 20 primeros premios en el concurso de decoración de puestos. Usando, huevo, yogures, galletas, y pasta por miles, y la misma cantidad de imaginación y paciencia. Auténticas obras de arte efímeras que guarda en fotos y en su memoria.

Recuerda la época dorada en La Merced cuando funcionaba allí el mercado ambulante que en Cádiz se conoce como el piojito. Cuenta que el origen del nombre viene de la denominación que popularmente se le daba a la plaza, ya que allí se encontraba la Prevención Civil donde se encontraban algunos detenidos, posible origen de los brotes de estos parásitos.

Cuando el piojito se trasladó, por la gran acumulación de puestos sin que hubieran ninguna regulación, comenzó el declive del mercado. Las viviendas de la zona que antes acogían a numerosos familiares, ahora se rehabilitaban y comenzaba el éxodo a Puerta Tierra. El vecindario envejecía: “Escuchábamos como las campanas de la iglesia tocaban a muerto y decíamos: un cliente menos”. La apertura de cadenas de supermercados tampoco hicieron bien a La Merced, que poco antes de su unificación con el de San Severiano, apenas acogía diez puestos.

Fue entonces cuando se proyectó el mercado Virgen del Rosario. Era la única solución para revitalizar la actividad los comerciantes de ambas zonas. Así es como llegó la Alimentación Félix Rivas al número nueve de este mercado en Puerta Tierra. Quiso hacerlo dándole un toque diferente, apostando por la charcutería selecta. Todas las navidades, el puesto de Félix se ha transformado y llenado con fiambres y todo tipo de delicatessen para celebrar.

Por pocos días, Félix no cumplirá los 21 años de vida del mercado, inaugurado el 23 de junio de 2003. Él y su mujer hablan de la suerte que han tenido allí con una clientela “inmejorable”. No por que compren más o menos, si no por la relación casi familiar que tienen con ellos, la confianza que depositan en sus consejos a la hora de comprar un queso o una conserva: “Me están haciendo llorar estos días”, confiesa Rivas.

El negocio que ha dado de comer a una familia de cinco, no tiene relevo. Sus tres hijos han escogido caminos diferentes, y como en un chiste sobre el colmo del charcutero, dos de ellos son vegetarianos. Tampoco sus sobrinos están interesados en el negocio familiar. Así que Félix y Maria José son los últimos de esta estirpe. Un tipo de negocio, antaño tan popular, que unía tienda de desavíos, charcutería y un pequeño bache. De unos 30 que llegó a haber en el barrio de Santa María, apenas sobreviven tres.

Félix y María José, atendiendo al numeroso público que se reúne en en su puesto en Navidad. Foto cedida.

No es fácil buscar quién continúe el legado de Félix Rivas. Él mismo cuenta que no quiere dejar a cualquiera porque se siente responsable ante sus clientes, con los que debe mantener el estándar de calidad que ha dado durante 45 años. Importante, además, que su heredero sepa cortar jamón a cuchillo, que es una de las grandes bazas del negocio, y que Félix ejecuta con una suerte de coreografía precisa y automática.

El sábado 1 de junio será el último día de la charcutería abierta al público. Muchos clientes preguntan dónde podrán encontrar hora este u otro producto. Pero, incluso si en estos días alguien se hiciera cargo del puesto, la atención y el cariño que Félix y María José han puesto a su trabajo, más todo el conocimiento que atesoran, es irremplazable.

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Y aquí un video con otra historia de comé bonita de Cádiz, la del bar Brim de la calle Compañía: