Dejaté de formalismos. Coge las alitas con las manos y como si fueras heredero de Pedro Picapiedra ponte a darles bocaos, manchándote los labios…y disfrutando como un troglodita. Están tiernas, jugosas y con un toque picante, leve y agradable, una versión memorable de este clásico del guarrindoguerio.
Las ponen en unas especies de freidoras de juguete y vienen entre 6 y 8 piezas, acompañadas de una mayonesa de soja. Jesús Recio, el copropietario y jefe de cocina de Sonámbulo señala que aunque son un clásico del establecimento, cada temporada van cambiando la forma de hacerlas, aunque reconoce que esta última versión, que estrenaron a principios del pasado verano, ha tenido gran éxito. Las alitas las compran en la carnicería de Paco Melero de Vejer. Las hacen durante tres horas a baja temperatura y en unas bolsas donde las aromatizan con especias. Luego preparan una salsa, una especie de barbacoa hecha por ellos, con kepchupt, especias, cebolla, ajo, salsa Kimchi, que le da el toque picante y un puntito de vinagre de Jerez, que es el toque de la tierra. Una vez que las alitas están confitadas se doran un poco y finalmente se «revuelcan» por la salsa guarrindonga. En el establecimiento saben ya lo que ocurre con este plato y cuando te las sirven ya te ponen dos servilletas de esas aromatizadas como las de las gambas para que te limpies las manos después de haberte reconciliado con tu parte troglodita.
No las tienen en carta. Las ponen a veces como fuera de carta.