Los canapés son una de las peculiaridades gastronómicas de La Línea, una de las capitales del tapeo de la provincia. Se trata de unas tostas, pequeñas, de las de cuatro bocados y que llevan, sobre el pan, exquisiteces a pelú. Uno de los locales que triunfa en este campo es La Chimenea, un sitio de esos con encanto y en el que la diversión comienza viendo como preparan en la cocina, que está a la vista del público, el más del centenar de canapés y montaditos que integran la carta. La lista va escrita en un papel parafinado de los que se utilizan en los almacenes para envolver las chacinas. Los canapés los preparan con un pan que les hacen especialmente a ellos. El pan, una especie de montadito, lo parten por la mitad y lo ponen en el grill a tostar, con lo que queda fino y crujiente y ya luego le ponen el relleno por encima. Probamos uno que llevaba una mousse de foie, luego por lo alto un buen chorreón de confitura de manzana y para coronar un hilito de otra coulis de frambuesas, una especie de mermelada. El contraste dulce y salado resulta muy amable y las cremas se dejan disfrutar más sobre un pan tostado, en un estado de crujientismo muy logrado. Lo suyo es pedirse dos o tres canapeses porque tienen su punto. El canapé de foie, que lleva un año y medio en la carta, se cotiza a 1,90 euros (precio a junio de 2015)