Sitio con encanto situado en el centro de La Línea. El establecimiento abrió el 23 de junio de 1995 y lo pusieron en marcha los empresarios linenses Inma Vallejo y Juan Carlos Sánchez. Tras el cierre en 2020, el establecimiento reabrió dos años después de manos de tres socios, aunque manteniendo la oferta que ya existía.

La Chimenea está en un edificio de una sola planta. La fachada llama la atención. Adornada con maderas y con plantas en la parte de arriba. Por dentro, no va a la zaga, con un estilo rústico muy cálido. El establecimiento es pequeño y tiene barra, contrabarra, algunas mesas y una pequeña terraza con mesas altas.

Lo suyo es el tapeo. La cocina, que consiste tan sólo en una plancha y un grill donde se preparan los panes, están a la vista del público. El resto de la decoración la ocupan los jamones, uno de los protagonistas de la carta, presentada de forma muy original en un papel parafinado como el que utilizan los ultramarinos para las chacinas.

Es bastante amplia y se basa en tres patas, todas relacionadas con el pan. Por un lado están las roscas, piezas de pan redondas con un boquete en medio y para compartir y que se rellenan con diversos sabores. Después, están los pequeños bocadillos también rellenos de diferentes productos. La tercera pata es la más curiosa y son los canapés, especie de montaditos, pero tan sólo con una base de pan tostado, sin cubrir el relleno. Esta tapa es muy típica en La Línea, donde se han convertido en la tapa característica.

El pinchito de pollo.

Una imagen del interior.

El canapé de foie de manzana y frambuesa.