La poleá es uno de esos postres que son emblema de la Posguerra Española, cuando no había nada que comer y con un poco de harina y agua (si no habia leche) se preparaba un postre añadiendo al conjunto unas especias para hacer aquello «comestible». Han pasado muchos años y hay cocineras y cocineros que han logrado transformar este plato de subsisntencia en una exquisitez. Este es el caso de Rosa Arjona, la cocinera de Casa Emilio de Rota, junto a su hijo Domingo Figueroa. Rosa utiliza una receta de su madre y elabora una versión clásica pero muy rica de este postre. Mezcla lecha con harina y le añade un poco de matalauva que previamente se ha frito en un poco de aceite. A la mezcla se le agrega cáscaras de limón y azúcar y a batir largo tiempo hasta que se consigue una crema. El postre se sirve caliente con unos tropezones de pan frito por lo alto, porque lo del crujiente ya se había inventado mucho antes de que llegaran los de la alta cocina. El postre sale a 5,80 euros (precio a enero de 2022).
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