esús Rodríguez Arias señala:
A mediados del mes de diciembre y aprovechando que teníamos un acto académico al que estábamos invitados reservamos mesa en el restaurante «Código de Barras» que está radicado en San Francisco, 7 en Cádiz pues nos habían hablado muy bien de la forma que el chef interpreta, con productos muy gaditanos, la cocina.
Código de Barras está ya es recomendando por la prestigiosa guía Michelín.
Decía «Cosas de comé» en referencia a este establecimiento lo siguiente: «La guía también menciona en su nueva edición a dos nuevos establecimientos de Cádiz, ambos puestos en marcha en el año 2020. El primero de ellos es Código de Barra que ya existía con el mismo nombre en la plaza de Candelaria donde ahora el mismo equipo regenta Contraseña, también nombrado por Michelín.
Código de barra es un proyecto del cocinero holandés afincado en Cádiz León Griffioen y su compañera, Paqui Márquez, que se encarga de atender el comedor. Se come a base de menús degustación y es una clara apuesta de estos dos hosteleros por la alta cocina.»
Pues allí nos encaminamos, dispuestos a dejarnos sorprender, a vivir una verdadera experiencia gastronómica para mayor deleite del paladar.
Y la verdad es que nos sorprendió de principio a fin…
Reservamos el menú degustación «Cotinusa» y que estaba compuesto por nueve y sorprendentes platos.
Tortilla de camarones y mostaza de algas.
Albedo de naranja con cecina.
Dobladillo de atún.
Gamba rebozada.
Oro de Cádiz.
Dorada en sobrehúsa.
Tortilla guisada con atún encebollado.
Venado emborrado.
Arroz con leche.
Platos que son explicados según lo van poniendo y que todo parecido con lo que nosotros tenemos en la menta es pura coincidencia ya que Léo Griffioen despliega su saber gastronómico para hacer que sorprenda a todos y cada uno de los paladares más exquisitos.
Pienso que debemos estar abiertos también a este tipo de oferta gastronómica creada para descubrir sabores únicos que a lo mejor, si no fuera por estos platos seguro se nos pasaría por alto.
Este sorprendente, en todos los sentidos, menú «Cotinusa» fue regado por un extraordinario vino blanco, más concretamente Ispania Tinaja 11 de la que doy una somera información.
VINO BLANCO Tal y como su nombre indica, este vino ha sido criado en tinajas centenarias con la variedad Gewürztraminer, conocida por ser altamente aromática. Un vino que, sin duda, da juego y es del todo sorprendente. Variedades: Gewürztraminer Procedente de un casco bodeguero con tinajas centenarias de arcilla cocida, son 18 artesanos tinajeros diferentes, de los cuales se ha seleccionado una tinaja por sus especias características. Un prolongado contacto con sus hollejos y meticulosidad en la vinificación nos han proporcionado un vino que no dejará indiferente a nadie.
Para la carne nos tomamos una copa de Fine Tempo de Zahara de la Sierra.
El concepto es el mismo que en otros grandes vinos, un suelo y un entorno concreto, una bodega singular y un solo vino cada vez que la cosecha consiga la alta calidad que se persigue. El viñedo de 2,3 hectáreas, en la Finca las Lajas, está en pleno Parque Natural y cuenta con las variedades Syrah y Petit Verdot. La viña se plantó hace unos 12 años en una pronunciada ladera de suelos muy pobres de areniscas y calizas.
Otra singularidad de Fine Tempo es la bodega de crianza, una pequeña cueva natural donde reposan una docena de barricas, cada una de un roble diferente y de una edad diferente. “Cada una está criando de una forma diferente, cada una da un gran vino. Selecciono lo mejor de entre ellas para cada añada, dejándonos guiar por nuestro gusto personal, sin pensar en mercados ni en marketing, persiguiendo el vino que a Luis y a mi nos gusta” comenta Miguel.
El resultado es un vino tinto diferente a lo que se produce en su entorno, con un carácter muy particular y con una producción anual que no supera las 3.000 botellas. Un vino que además está demostrando una interesante evolución en botella y que ya ha comenzado a ser reconocido por el mercado.
Para el postre un cream viejo J. Piñero.
Un cream de tremenda frescura a pesar de su edad y con un toque dulzón sin ser empalagoso. Exhibe aromas de toffee, sirope y miel, que combinan con notas cítricas de orejones. Complejo y fácil de beber tras una crianza media de 20 años, lo que lo convierte en un cream bastante viejo. Esta mezcla de oloroso y Pedro Ximénez resultó ser uno de los vinos que conquistaron a Luis Gutiérrez en su cata de los vinos de Juan Piñero.
Una noche de agradables sorpresas que hicieron que el paladar descubriera sabores y sentires llenos de placer.
Pienso que una vez en la vida hay que recorrer el itinerario de la gastronomía de autor y nosotros hemos elegido para tal fin la que crea y ofrece a diario el prestigioso chef Léon Griffioen en «Código de Barras».
El tapatólogo acompaña su informe con la foto de arriba.