Una de las confiterías con más solera de la ciudad. Es un sitio de visita imprescindible. Situada en la céntrica plaza de la Catedral, el olor de sus empanadas es uno de los característicos de la zona. Tienen dulces y bollería de gran calidad pero, sobre todo, son conocidos por sus empanadas que comenzaron a hacer en los años 60 del siglo XX, cuando abrieron. Son los pioneros en este producto que han convertido ya en un producto típico de la ciudad. Se puede optar por probar las clásicas de atún y de carne o las nuevas de caballa, pollo, bacalao con pasas o jamón york y queso Philadelphia. Su catálogo de dulces también tiene citas imprescindibles.
La pastelería se abre a mediados de los años 60 del siglo XX de la mano de Pedro Hidalgo y Maruja Louro Romay. Anteriormente existía en el mismo sitio un almacén de ultramarinos que fue propiedad de José Hidalgo Pérez, el padre de Pedro. Las estimaciones de la familia es que el local es, al menos, del siglo XIX. En la actualidad el local está regentado por Pedro Pablo Hidalgo Louro, hijo de Pedro y Maruja. Si quiere ver la historia de este establecimiento pulse aquí.
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Las empanadas, el fernandín (canastilla de pasta quebrada con crema y manzana), el rosco de hojaldre y cidra, el bizcocho borracho, el suso de crema, el Frank Sinatra (especie de milhojas de nata con fresa), el roscón de Reyes, el turrón de Cádiz.
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