Se trata de un complejo rural situado junto al pantano del Celemín donde se pueden vivir experiencias gastronómicas de lo más llamativo, desde comer sobre el cesped o en una terraza acristalada a pie del lago, hasta disfrutar, si te alojas en las cabañas, de un desayuno ecológico que te llevan a la habitación situada en medio del bosque

 

Benalup es una ciudad de sorpresas y si uno se adentra en la carretera que conecta la población con la autovía de Los Barrios, el paisaje, con vistas al lago, es de esos que se te queda clavaito en es disco duro que llevamos en la cabeza. Pues imagínate que cuando vas con el coche por la carretera, a lo lejos te ves una cabañas como las que aparecían en las películas de los indios. Por un momento te crees que has hecho un viaje hasta las praderas de Indiana, en Estados Unidos, pero luego compruebas que no…que estas en Cádiz y lo que se te aparece delante tuya es Wakana, un singular hotel rural, que incluye restaurante y que ocupa 21 hectáreas en pleno entorno del parque natural de Los Alcornocales.

Las cabañas en las que se puede dormir. Foto: Cosasdecome

Lo de Wakana es una palabra japonesa que traducida resulta armonía y música. Pero para nosotros Wakana puede significar directamente quedarte con la boca abierta por la singularidad de lo que allí se ve. El sitio está a unos 6 kilómetros de Benalup, en la zona que se conoce como Las Lagunetas, antes de llegar a las conocidas ventas de Enrique Estudillo y Correro.

Aunque, ya antes de llegar, se han visto las cabañas de indios, que es uno de los singulares alojamientos que ofrece el hotel y que ahora se están remodelando para mejorar su confortabilidad ya que se han convertido en lo más demandado del espacio, Wakana se anuncia con un muro de piedra en el que se inscribe en grandes letras el nombre del complejo. Se accede por una carretera sin asfaltar y al final de la cual hay un aparcamiento, antes de entrar al complejo.

Wakana se fundó en el año 2016. La base es un aula de la naturaleza, que sigue funcionando, pero que ha ido creciendo hasta convertirse en un complejo rural, con hotel incluido y con capacidad para cerca de 200 personas. El proyecto está respaldado por la empresa malagueña Natural Chanel Adventure, también propietarios del Colegio Internacional Torrequebrada.

A lo largo del complejo se reparten las cabañas de los indios, unas yurtas, que son unas cabañas al estilo de Mongolia, unas tiendas de campaña acondicionadas incluso con camas en el interior y un cortijo andaluz con habitaciones convencionales…para los que sean menos aventureros. Además hay una especie de Suite Nupcial situada al pie del lago.

Una de las yurtas. Delante una mesa para poder comer o desayunar. Foto: Cosasdecome

De todos modos las cabañas de Mongolia, por ejemplo, tienen dentro hasta su propio cuarto de baño completo y lo mismo ocurrirá pronto con las tiendas de los indios, cuyo nombre oficial son Teepees.

Pero a este complejo rural no sólo se puede ir a alojarse sino que también se puede ir a pasar el día, a desayunar o a comer a su singular restaurante. Si se va a pasar el día hay que pagar 5 euros por entrar, sólo 3 si se es vecino de Benalup. No se puede entrar con comida…que para eso está el restaurante, y se pueden desarrollar actividades como navegar en kayak o en tablas, lanzarse por unas tirolinas, hacer tiro con arco o, para los más atrevidos, hacer un circuito por una pista de obtáculos llena de barro. Hay además actividades especiales para niños,  y un huerto…bueno, para tener más detalles mejor que visites la web y yo no me enrollo más. Pincha aqui.

Vamos a lo que es comé, que es lo nuestro. El día a día del complejo rural lo coordina la gaditana Ana Pérez, que antes ha pasado también por el restaurante Aponiente de El Puerto de Santa María. La empresa ha fichado para dirigir el restaurante del complejo al cocinero jerezano Arturo de la Flor, de 31 años y formado en la Escuela de Hostelería Fernando Quiñones de Cádiz. Arturo es hijo de Juan Miguel de la Flor, el conocido hostelero jerezano que creó el restaurante Tendido 6.

De la Flor es un especialista en cocina vegetariana y natural. De todos modos aclara que la propuesta que ofrece en su restaurante «contempla también opciones de carne y de pescado, porque aqui vienen todo tipo de clientes y tenemos que atenderlos a todos».

El restaurante de Wakana es singular. Por el momento sólo funcionan viernes, sábados y domingos, aunque cuando avance la temporada no descartan añadir más días de servicio. Hay desayunos, almuerzos y también cenas que se desarrollan a pocos metros del pantano y en medio de un bosque de esos que inspiran una «jartá» de paz.

El bar de Wakana. Foto: Cedida por el establecimiento

Atención porque no hay camareros. Las cosas las recoges de la barra, una especie de cabaña hecha con maderas pintadas de color blanco, y tú te las llevas a la mesa o…al cesped, porque en este restaurante singular está permitido que comas encima del cesped, a muy pocos metros del agua y rodeado de bosque. Para ello todo se ofrece en platos y cubertería desechables y reciclables, ya que una de las pautas del complejo es respetar al máximo el medio ambiente.

Muchas de las mesas de la terraza de Wakana están hechas con material reciclado. Foto: Cosasdecome

La terraza cubierta del restaurante. Foto: Cosasdecome

En la carta de desayunos hay pan cateto de la panadería San Martín de Benalup, pero lo de untarlo con manteca colorá está aquí más complicado. La propuesta (verla aquí completa) es diferente. Se puede pedir para untar mermeladas, mantequillas, chacinas de la zona, crema de queso o cosas más sorprendentes como una «sobrasada vegetal» que hace el propio cocinero partiendo de anacardos y tomates secos aromatizados con especias.

Detalles de las cestas de Wakana. Foto: Cedida por el establecimiento.

Los partidarios de los «desayunos saludables» tienen aquí su paraiso y hay tazones con leche vegetal, alga espirulina, cereales y frutos rojos o huevos orgánicos revueltos con bacon, pan y cebollino. Además hay zumos de naranja y de los «detox» estos que llevan varios ingredientes.

Junto a la cabaña donde están situada la barra y la cocina hay unas cuantas mesas al aire libre, todo situado junto a árboles y suelo de cesped o de arena. Cerca también, por si llueve, o por si eres más partidario de «la urbanidad» hay una cabaña cubierta con sofás y mesas y completamente acristalada con cristales de estos movibles. Ahí se puede también comer, a pocos metros del lago, en otra estampa singular.

La oferta gastronómica se basa en la cocina de «kilómetro 0». Muchas de las verduras son del huerto que tiene el propio establecimiento y que cuida el biólogo y «agricultor de cuarta generación» como gusta llamarse, José Carlos Martín Robles. El es el encargado de la «sostenibilidad» del complejo en el que trabajan 12 personas. Ahora está terminando la temporada de habas, tirabeques y guisantes y habrá tomates, berenjenas o calabacines para el verano. Junto al huerto, otra zona donde hay gallinas, algunas aves y conejos, todos juntos y también están «Paco» y «Chema» dos cabras enanas marroquies y «Blas» un burro que abandonaron en la puerta de la finca y que han adoptado.

El biólogo José Carlos Martín, junto a Blas, el burrito que se ha convertido en la mascota del complejo. Foto: Cosasdecome

Arturo De La Flor señala «que tratamos de seleccionar productos de la zona y los preparamos de la forma más sencilla posible, tratando de resaltar sus sabores». Tienen una tabla de quesos gaditanos y otra de chacinas. También hay chacinas para veganos, papas bravas, bocadillos de lomo asado con guacamole o de salmón con crema de queso y ya luego algunas ensaladas bastante originales.

Ya en el apartado caliente hay croquetas de champiñones o unos tallarines con pesto vegano y verduras del huerto, que van variando en función de la disponibilidad. Hay también calamares fritos con alioli de pera para acompañar o unos huevos fritos con patatas que, como único toque de sofisticación, llevan cebolla caramelizada.

La protagonista de las comidas es sobre todo la barbacoa. Aquí se hacen pollo, atún o ternera retinta.

La versión del salmorejo de Wakana. Foto: Cedida por el establecimiento

Pero lo más singular de la oferta de Wakana son los «picnic» unas cestas que te preparan y que ya tu te llevas a la zona que tú quieras para tomarte las cosas. Hay varias posibilidades que van desde las verduras crudas con hummus de remolacha para mojar, lagrimitas de pollo y tortilla de patatas o una cesta vegana. También preparan un menú con arroz.

Por las noches, en las cenas, hay también música o cine, dependiendo del día.

La oferta gastronómica es muy singular también para los que se quedan a dormir en las cabañas indias o las yurtas. Allí, por la mañana, te sirven el desayuno también en una cesta y para el almuerzo o para la cena es posible hacer una barbacoa junto a la habitación. De hecho junto a cada yurta hay una mesa de las del tipo merendero donde es posible poner la barbacoa y hacerse tu mismo en ella lo que hayas pedido.

Horarios, localización, teléfono y más datos sobre Wakana, aquí.

Aquí la guía gastronómica de Benalup

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