El arroz te llega en una sartén de esas de dos asas, todavía caldosito. Te piden que lo dejes reposar cinco minutos en la mesa, como para crear expectación con aquello oliendo y la cuchara preparada para el grito de Al Ataque. Tu miras el cronómetro y por fin llega el momento. El caldo se ha consumido un poco y ya el plato es meloso, como se les llama en Cádiz a esos arroces que están a medio camino, que no son ni caldosos, ni secos. Este lleva muergos de Puerto Real, un bicho parecido a las navajas, que se van cociendo en el propio arroz y taquitos de corvina aunque a veces el cocinero sanluqueño Rafael Martínez, autor de esta obra, emplea pescado de estero en el plato. El arroz está suave, con un excelente punto del pescado y el toque «verde» no se lo da el perejil, como suele ocurrir en este tipo de platos sino unos espárragos de mar, también conocidos como salicornia, que el cocinero incorpora al plato. El plato sale a 12 euros y hay que pedirlo, como mínimo, para dos personas. Ya no lo tienen en el establecimiento.
El descubrimiento pertenece a la ciencia de:
Arrocismo polimórfico: Ciencia que estudia la amplia gama de arroces del mundo, incluidos tanto los caldosos, como los melosos, los jugosos…en fin todos los buenosos. El adjetivo polimórfico hace referencia a los tropezones que pueden ser tanto de origen marino como terrestre, incluidos los chicharitos, una de las mejores creaciones de Nuestro Señor, probablemente el séptimo día que es cuando hizo las mejores cosas.