La marisquería de El Puerto es un icono de la ciudad, llegándose a convertir a finales de los noventa en uno de los principales atractivos turísticos de la Bahía de Cádiz. Pepe Romero y Lolita Sánchez, los fundadores hace 70 años, fueron pioneros en la comercialización del marisco cocido

 

Romerijo fue la «foto» que atrajo a los turistas a El Puerto de Santa María allá por el último cuarto del siglo XX, pero no ha sido el único logro de esta empresa que empezó con 10 empleados en los años 50 y hoy en día da empleo a mas de 120 personas en 6 establecimientos repartidos en el Puerto de Santa María, Cádiz y Sevilla.

José Antonio Romero Zarazaga nació en 1923 en Sanlúcar, aunque se fue a vivir a El Puerto aún cuando era niño. Lo del marisco lo llevaba en la sangre. Su padre, Manuel Romero, era un conocido exportador que gozaba de gran prestigio entre los compradores de los mercados centrales de Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla.

Pepe, como lo conocían los íntimos, tenía sus propias ideas sobre el negocio y se atrevió a contárselas a su padre. Se le ocurrió llevar a esos mercados un nuevo producto, el marisco cocido, y así se lo dijo a su padre cuando tenía poco más de 20 años. Para Manuel padre, lo de su hijo era «una locura», pero Pepe se empeñó y puso en marcha en 1946 una nueva actividad desconocida hasta entonces en la zona,  “la venta de marisco cocido”, creando de esa forma su propia empresa.

Gracias al apoyo de su esposa Lolita, tres años menor que el, y de sus suegros, Antonio Sánchez (panadero) y Dolores Teja, sacó adelante el proyecto. Confiaron en la idea y los apoyaron cediéndoles, en sus inicios, los miradores de su propia casa para comenzar esa nueva actividad.

Mujeres estiban el marisco cocido en las instalaciones de Romerijo en la calle Calvo Sotelo en una foto tomada en la década de los 50. Foto: Cedida por Romerijo

Otra imagen de las instalaciones. Foto: Cedida por Romerijo

En esta imagen se ve el lema de la empresa, cuando estaban en la calle Calvo Sotelo. Foto: Cedida por Romerijo.

Así comenzó todo. Al estibar y seleccionar el marisco para enviarlo a sus destinos, se generaba un sobrante de productos. Lolita tuvo la genial idea de venderlo  a sus paisanos en cartuchitos, en un puesto que hizo que le montaran en los alrededores de la plaza de abastos. El éxito fue tal que seguidamente, instalaron otro en el Parque Calderón.

Pepe Romero y Lolita Sánchez en el puesto de marisco de Romerijo en sus inicios. Foto: Cedida por Romerijo.

Unos años mas tarde, en 1952, consiguieron comprar y adaptar un local amplio en la calle Calvo Sotelo nº 3, con una infraestructura mas completa, donde contaron con la ayuda de poco mas de 10 empleados, casi todos familiares. Es curioso destacar los medios de conservación del producto que se utilizaba en aquella época, la sal, que conseguían en las salinas de El Puerto de Santa María.

Pepe se ocupaba diariamente de la compra del marisco en las lonjas de la zona. Lo cocían en el local de la calle Calvo Sotelo. Las mujeres lo estibaban y lo empaquetaban, cubierto de sal. El destino, sobre todo,  Madrid, donde tenían sus principales clientes.

Entre los años 1951 y 1955, Pepe, para aprovechar la imagen y buen nombre de su padre en esos mercados, comercializaba sus productos con los apellidos de él, como “Romero García (hijo)”. Aquí está el origen de la marca, que surge de forma espontánea y como forma de abaratar el precio de los telegramas, que eran los documentos comerciales que se utilizaban en la época. Estos se cobraban según el número de letras, así que fueron acortando el nombre quitando letras, para ahorrar costes hasta dejarlo en “Romerijo”.

«Fueron años decisivos para Romerijo, ya que la imagen de marca y calidad inicia una importante trayectoria que llega hasta nuestros días», comenta Olga Romero, actual consejera delegada de la firma portuense.

Pero todo se trunco cuando Lolita pierde la vida en 1969, dejando a ocho hijos y a su esposo, Pepe, sumidos en una gran pena. En este momento se incorpora a la firma José Antonio Romero Sánchez, su hijo mayor. Tenía 20 años y una carrera de ingeniería por delante que abandona para acudir en ayudar de su padre y darle apoyo en esos momentos tan duros. La incorporación de José Antonio hace que Pepe y el negocio salgan del bache. Juntos inician el camino hacia la expansión de la firma.

Llega otra etapa fundamental en la historia de esta firma, la de 1972 a 1978, fecha en la que inauguran el local que mantienen actualmente en la Plaza de la Herrería, nº1.

Hasta ese momento, los bares de alrededor permitían el consumo del marisco en sus terrazas, pero pronto se quedaron pequeñas. «Guiado por su instinto comercial -cuenta Olga Romero- mi padre, en 1975, piensa que la expansión pasa por facilitar a los clientes un lugar donde consumir el producto adquirido en el cocedero y así promueve la apertura de una cervecería con una amplia terraza, que bautiza como “La Guachi” en honor a Catalina Santos, pregonera y vendedora de mariscos muy famosa en el Puerto.

La cervecería y el despacho de mariscos de Romerijo en los años 80. Foto: Cedida por Romerijo.

Imagen actual de la cervecería. Foto: Cedida por Romerijo

En 1978, los tradicionales freidores de el Puerto estaban en clara decadencia. En un afán de recuperar esa tradición que se perdía, deciden montar un freidor en la Plaza de la Herrería, en un local contiguo al cocedero. Olga Romero resalta también el espíritu innovador de su madre:  «Ella fue la que puso en marcha lo que luego sería y sigue siendo en nuestros días un modelo de negocio único, convirtiéndose en el principal de la firma, la venta de marisco cocido al público en general.

La barra de la cervecería La Guachi en el último cuarto del siglo XX. Foto: Cedida por Romerijo

Otra foto del exterior de la cervecería. Foto: Cedida por Romerijo

Pepe y Lolita manejaban bien lo del «marketing»… aunque seguramente nunca conocieron esa palabra que luego han sabido utilizar de forma magistral sus hijos. Ya por la década de los 50, contaban con un eslogan que los acompañó durante muchísimos años hasta convertirse en uno de sus más valiosos principios, «Esta casa no compite en precios, solo en calidad», incluso tenían una coplilla, un pasodoble, que se emitía a través de la megafonía existente en la playa de la Puntilla. «El Puerto de Santa María, tiene mariscos de fama, la más alta garantía Romerijo se llama…”

Pero el verdadero artífice del uso de técnicas de marketing fue su hijo José Antonio. Olga, su hermana,  resalta que «hizo una extraordinaria labor. Posicionó a la marca en lo mas alto, adquiriendo gran relevancia mas allá de nuestras fronteras y dio un gran impulso y desarrollo el negocio».

Aquello de «ven a El Puerto, ven a Romerijo» fue un eslogan que se le ocurrió a José Antonio Romero Sánchez a mediados de la primera década del 2000 y que aún hoy en día se sigue recordando y tarareando. Por aquel entonces la gente se acercaba a El Puerto a comer marisco. La cosa consistía en comprarse un papelón de gambas y luego sentarse en las mesas de las terrazas, a disfrutarlo con una jarra de cerveza. El impacto fue tal que la avenida donde está actualmente Romerijo, que se llamaba oficialmente Vergel del Conde O’Reilly, pasó a llamarse a principios de los 80, con Manuel Gómez Ojeda como alcalde, Ribera del Marisco, convirtiéndose en una zona de tapeo y ocio además de un reclamo turístico para la ciudad.

Con Romerijo ya se practicaba por entonces, y aún no se había inventado, el turismo gastronómico. Los papelones de langostinos, las bocas de las cigalas asomando por los conos de papel de estraza, era la foto que atraía a miles de personas cada fin de semana a la ciudad.

Papelón de mariscos de Romerijo. Foto: Cedida por Romerijo

Pero uno de los grandes logros de Romerijo fue popularizar, poner al alcance de todo el mundo, un producto de lujo, que se compraba y consumía en momentos especiales de celebración. En Romerijo se disfrutaba y se disfruta del «ritual» del marisco, manchándose las manos pelando las gambas, sorbiendo el coral de las cabezas, considerando que están comprando algo único, fresco, preparado al momento y a la vista de todos. Esa es la clave.

Olga Romero destaca que «la tradición se ha mantenido hasta nuestros días,  ya que se cuece siguiendo el mismo método tradicional, delante del cliente  y se  despacha  en los mismos cartuchos de papel  para llevarlo a casa o para disfrutarlo en las cervecerías, acompañado por un servicio atento y un ambiente pintoresco e informal, donde todo el mundo se siente a gusto».

La consejera delegada de la firma señala que «esa es una de nuestras principales conquistas, haber logrado que el marisco llegue a todos los públicos. Aquí tenemos a diario una treintena de especialidades que en temporada se pone en más de cuarenta y cinco, donde se puede comprar langostinos o gambas, cigalas… en una banda de precios que va desde 12 euros hasta más de 35 euros el cuarto de kilo».

La famosa vitrina de exposición de mariscos de Romerijo. Foto: Cedida por Romerijo.

“De nuestra madre conservamos, señala Olga,  además, sus famosas “colitas”, que fueron el comienzo de todo, que eran los trozos de cigalas, gambas o langostinos que les faltaba la cabeza y se vendía a un precio más barato y aún en nuestros días se mantienen a la venta y cuentan con muchos seguidores».

En 1985 inauguran un Centro de Manipulación de Productos Pesqueros en el polígono Guadalete, dotado de unas modernas instalaciones para la manipulación y conservación de los productos pesqueros, siendo una instalación pionera en el uso del nitrógeno líquido para la ultracongelación de productos vivos, técnica puntera para la conservación de los productos perecederos como el pescado y el marisco.

Tres años mas tarde, en 1988, en la zona delantera de este centro de manipulación situado en la antigua carretera N-IV, actualmente Av. de Europa, se inauguró otro local que reunía los dos oficios, cocedero y cervecería. «Nuestro padre siempre tuvo mucho olfato comercial y siempre confió en que aquella zona del puerto sería el futuro, y no se equivocó».

Comprar bien el marisco es una de las grandes claves de este negocio. Es necesario tener no solo un gran conocimiento de los productos y de los caladeros, sino contactos por todo el mundo para comprar el mejor producto, en su mejor momento y al mejor precio. Olga Romero resalta que su padre era un lince para este tema y esa sapiencia la ha heredado también su hermano Manu, que se ocupa de esa importantísima labor en la empresa desde hace ya casi 30 años.

Comenta Olga Romero: “mi padre además fue un hombre muy creativo e ingenioso, tanto es así que él mismo diseñó los “fuegos”, como popularmente llamamos a las cocinas donde se cuece el marisco. Son prototipos totalmente artesanales, fabricados expresamente para nosotros y que mantenemos en la actualidad tal como los diseño hace ya 70 años.

Estos fuegos no son redondos sino cuadrados, así como los canastos donde se pone el marisco para su cocción, para que así el agua se calentara por igual en las calderas donde se cocía el producto. El proceso de cocción del marisco es muy sencillo, en él solo interviene el agua, la sal y el tiempo. Fueron también pioneros en la implantación de los métodos de trabajo y siguen estrictos protocolos donde «todos los tiempos de cocción y las temperaturas están medidos para que el marisco siempre saliera igual».

José Antonio Romero, fue el que creó el famoso logotipo de Romerijo, subrayado con una línea que recuerda al bigote de una gamba, y fue también el que logró difundir la marca hasta conseguir que fuera conocida «como sinónimo de El Puerto y del marisco», fíjate a lo que llegó la cosa, cuenta Olga, que algunas personas de fuera nos contaban que venían a El Puerto a comer «unos romerijos». «La verdad es que la firma siempre ha estado muy unida a su ciudad y ha sido un gran orgullo para toda nuestra familia, llevarla siempre con nosotros».

El logotipo de Romerijo. Foto: Cedida por Romerijo.

José Antonio Romero Zarazaga, el fundador, ha conseguido el reconocimiento póstumo de su ciudad con una calle que lleva su nombre y son numerosos los premios obtenidos por la firma. Este año precisamente han sido propuestos para recibir, en un acto solemne que se celebrara en el mes de diciembre en el Ayuntamiento, la medalla de oro de la Ciudad de El Puerto de Santa María.

Pero los logros de la firma van más allá de la frontera provincial. Romerijo también fue pionero en el mundo digital. Ya en 1990 pusieron en marcha su primera web y tienda en internet, e implantaron años mas tarde los comanderos digitales, siendo también pioneros por esto en el sector. Actualmente sirven marisco cocido en España y Portugal y tienen abierta desde hace años una línea de negocio dedicada a la venta de marisco y pescado crudo para bares y restaurantes.

De esta fecha data también la venta a domicilio, con la que llevan mas de 20 años acercando a los clientes a sus casas el marisco cocido y el pescaito frito. Actualmente, están presente en todas las plataformas de venta a domicilio implantadas en la zona.

Olga Romero Sánchez ostenta actualmente el cargo de consejera delegada y es la máxima responsable de la firma. Empezó a trabajar en la empresa en 1989, con 28 años. Había estudiado Derecho y tras una corta etapa ejerciendo la  profesión, finalmente decidió incorporarse a la enseña familiar. Destaca el carácter pionero de sus padres: «formaban una pareja muy especial, compartían no solo la familia que ambos estaban creando, sino una complicidad, una visión de futuro y un espíritu de sacrificio y trabajo, que los llevo a crear y a innovar ¡Los dos fueron pioneros!, han sido el mejor ejemplo de vida que un hijo puede recibir. El innovó introduciendo un nuevo producto en el mercado, el marisco cocido, y ella lo desarrollo llevándolo a pie de calle y vendiéndolo en cartuchos de papel, sin complejos».

La firma, ya bajo la dirección de Olga Romero, inauguró entre 2012 y 2014 un nuevo modelo de negocio inspirado en el clásico, pero con una fórmula más actual: «Romerijo Al Momento», unos espacios más pequeños que funcionan en El Corte Inglés de Cádiz y en San Juan de Aznalfarache (Sevilla) donde ofrecen una selección de mariscos y pescados fritos y donde se ha incluido como novedad un producto típico de la tierra, los churros.

Una de las tiendas de Romerijo al Momento. Foto: Cedida por Romerijo

Olga Romero señala que nunca se han apartado del espíritu emprendedor inculcado por sus padres, pero actualmente «estamos viviendo un momento de mucha incertidumbre y volatilidad en la economía. Es tiempo para mucho observar y ser prudentes, pero teniendo claro que es seguro que volveremos a aplicar la fórmula de mis padres, la imaginación, para seguir escribiendo esta historia».

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