Una iniciativa del enólogo Ramiro Ibánez permite que la mayetería sanluqueña vuelva a comercializar vinos tras décadas de inactividad. Las primeras bodegas se distribuirán por toda España

En los años ochenta del siglo pasado, un centenar de bodegas producían vinos en Sanlúcar. Junto a los grandes nombres coexistían los mayetos que fermentaban sus mostos y los vendían. Quizás porque no pudieron afrontar la catarata de requisitos legales que vino con la modernización, estos vinos de la mayetería acabaron desapareciendo en los 80 y 90. Estos productores pasaron de elaborar sus propios vinos a vender la uva.

Ahora, este vino vuelve de la mano del enólogo Ramiro Ibáñez, que ha impulsado una recuperación. Para ello, ha creado Mayetería Sanluqueña, la marca que da amparo a los mayetos y evita que tengan que enfrentarse a los trámites individualmente. Ya se han comercializado los primeros vinos que marcan la recuperación de estas pequeñas producciones: De momento, tres mayetos han recuperado esta actividad. Para el año que viene serán, si todo sale bien, cinco, y la idea es llegar a diez en los próximos años. Hay más planes para futuro, como recuperar alguna antigua bodega para el uso común de estos pequeños productores.

La producción que sale ahora al mercado es de 2.400 botellas. Se trata de un vino blanco sencillo, fermentado en bota, con un poquito de velo de flor y totalmente artesanal. Un vino «con la personalidad del que lo elabora». Un producto «auténtico», que se comercializa con el nombre común de Corta y Raspa (en alusión a un tipo de corte especial de la poda de vara y pulgar) y que se puede encontrar en la provincia, pero que aspira a hacerse un hueco en cocinas prestigiosas de todo el país, siempre a la búsqueda de productos diferentes y con el sello de autenticidad que da lo artesano. Distribuidores nacionales ya se han mostrado interesados por estos vinos, según explica Ibáñez. En la provincia pueden comprarse en Cuatro Gatos Wine Club, en la Taberna de Armando Guerra, Dealbariza en Sanlúcar y en La Casa del Jerez y la licorería Corredera en Jerez.

 

 

 

 

 

Estos son los tres mayetos, según la detallada descripción de Cuatro Gatos Wine Club (Más información en su web o por correo electrónico):

  • Maína, Viña La Charanga 2016. Antonio Bernal pertenece a la cuarta generación de mayetos de una familia conocida por Los Roteños, ubicados históricamente en el pago de Maína. Su padre fue durante muchos años capataz de gran parte del mismo pago. Viñedo de 30 años en albariza de barajuelas. Vino potente con músculo sápido. Producción: 1.000 botellas de 75cl, 12,50% vol.
  • La Atalaya 2016. José Manuel Harana procede de una larga tradición de mayetos. Han trabajado en multitud de pagos y actualmente mantienen el mejor viñedo del pago de la Atalaya, amenazado por la expansión urbanística. La viña está en la parte alta, donde se encuentra un foco muy puro de albariza de lentejuelas. Resultan vinos afilados por el tipo de albariza pero con cierta estructura por su ubicación, a medio camino entre los pagos frescos más atlánticos y los pagos concentrados de río arriba. Producción: 700 botellas de 75cl, 11,00% vol.
  • Añina, Viña de Morla 2016 y Viña de Las 40 2016. Rafael J. Rodríguez, procedente de una saga de mayetos, se ocupa de las viñas familiares localizadas en el cerro de Añina (administrativamente situado en Jerez, pero siempre unido a Sanlúcar en lo vitivinícola), fincas históricas como Casabón, La Media Naranja, Morla o Las 40. Rafael ha elaborado para la vendimia 2016 dos de estos viñedos: Morla, de perfil más biológico, y Las 40, más estructurado, recordando a un amontillado directo. Viñedos de 20-35 años en tosca cerrada. Producción: (Morla) 700 botellas de 75cl, 11,00% vol. y (Las 40) 700 botellas de 75cl, 12,00% vol.

Rafael Rodríguez, el más jóven de los tres, cuenta su experiencia. De familia viñista, era costumbre que sus abuelos hicieran, algunos años, una bota de mosto para consumo propio. La uva producida en sus terrenos se destina -y se sigue destinando en gran parte- a la venta a terceros. Pero hace unos cinco o seis años se interesó por la elaboración de los vinos y recurrió a un enólogo cuando le surgieron las dudas: a Ramiro. Así fue como lo conoció, una historia que se repite prácticamente en el caso de los otro dos mayetos se conocieron. Ahora, esta relación se ha transformado en un proyecto que lo tiene muy ilusionado. «Intentamos hacer algo distinto, novedoso, y de la forma lo más sencilla posible desde el punto de vista artesanal», explica.  De las tres mayeterías han surgido cuatro vinos, y Rafael explica como las diferencias en los terrenos y su ubicación marcan la personalidad de cada uno. El que hace José Manuel siente más la salinidad del mar, mientras que Las Cuarenta, más interior, produce un vino más equilibrado. La Morla también es interior, pero cambia la altitud y cambia el carácter del vino, que se vuelve más cítrico… Ahora, espera que esta variedad aumente con la incorporación de nuevos mayetos en los próximos años.

La foto que ilustra esta información es de Abel Valdenebro. En ella aparecen, de izquierda a derecha, Antonio Bernal, Rafael Rodríguez y José Manuel Harana.

 

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