El sitio está situado al final de un pequeño callejón. Se accede por un patio a un pequeño despacho donde se pueden encontrar todos los “tesoros” de este obrador familiar. A él acuden las vecinas del barrio no sólo a comprar pan y dulces sino incluso a que le asen en su horno alguna pieza de carne a la que quieren dar el puntito que le pone el horno de leña. A diario salen de él teleras de pan moreno, pan cateto le llaman en Alcalá, molletes aromatizados con matalauva, otra curiosidad de la población y exquisiteces como la torta de pellizco, una masa de pan que se convierte en dulce con azúcar, los suspiros, unos merengues secos, los mantecados o las magdalenas gigantes, todo un ejemplo de esponjosidad.
La fecha de la apertura del establecimiento se desconoce, aunque puede situarse incluso en el siglo XIX. Encarnación Fernández Luna, la actual maestra pastelera de la casa, señala que la suya es la cuarta generación de la familia que se dedica a la panadería. Saben que ya con sus abuelos Pedro “Pileta” y Ana Fernández Lechugo la firma estuvo ya situada en este mismo lugar. El nombre actual, el de Horno de Luna, aunque también se le sigue conociendo como horno Pileta, se debe a su madre Juana Luna, la artífice de muchas de las especialidades actuales. (Más datos sobre la historia del establecimiento, aquí).
El pan cateto, los molletes, la torta de pellizco, la torta de chicharrones (sólo la hacen por encargo y es una torta de pellizco a la que se le añaden trozos de chicharrones), la magdalena gigante, las magdalenas, los suspiros.
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