Cuando se inauguró se llamó bar “Boti” ya que su primer propietario fue Juan Antonio Sánchez Quiñones, que era boticario (farmacéutico). Ya con él trabajaba Antonio González Jiménez, el Maty, que se quedó con el negocio en 1993. A partir de ese momento pasa a llamarse “Maty”, el apodo con que se conoce a este hostelero jerezano. Lo de Maty, dicen en broma “es para no tener que convidar por mi santo”. La cosa le viene de cuando adolescente ayudaba a su hermana que trabajaba para “Maty”, una conocida modista.

Se trata de un bar singular de los que es obligatorio visitar. El establecimiento es muy pequeño. Sólo tiene una barra y fuera unas cuantas mesas altas. Es especialmente conocido por el pescado frito que prepara de forma muy cuidadosa “Maty”. Antonio González es capaz, el solo, de dominar el establecimiento: Prepara las tapas, las sirve y todavía tiene tiempo para conversar y bromear con los clientes. La fritura del pescado está muy cuidada. Lo adquiere en varias pescaderías que traen el material de Sanlúcar, ciudad con un gran puesto pesquero. Luego lo limpia con cuidado y lo enharina con la harina de Sánchez Palencia, una harinera jerezana. También tiene algunos pescados para la plancha. La carta es corta, pescado, sobre todo frito, servido con tomates aliñados y la ensaladilla. A veces algunas gambas cocidas. Aunque depende de lo que haya en el mercado suele tener boquerones, merluza, chocos, acedías, pijotas, salmonetes, cazón en adobo y marrajo que hace a la plancha. A veces caen también algunos lenguados o doradas. Para acompañar vino fino de barril de la cooperativa de Nuestra Señora de las Angustias de Jerez.

Informaciones sobre este establecimiento anteriores a 2017, aquí.

Caricatura que decora el local.

Maty