El vino de Jerez Tío Pepe Estrella de los Mares “de ida y vuelta” ha regresado al puerto de Cádiz a bordo del Buque Escuela de la Armada.

 

Tras cinco meses de navegación por aguas del Atlántico y el Mediterráneo, Tío Pepe Estrella de los Mares “de ida y vuelta” ha arribado al puerto de Cádiz a bordo Buque Escuela de la Armada Juan Sebastián de Elcano. González Byass «ha escrito un nuevo capítulo en la historia de la mano de Tío Pepe, el Fino de Jerez más universal, y vuelve a recuperar, gracias a La Armada, la tradición bodeguera de enviar vinos en “viaje redondo” de siglos atrás», explican.

Esta es la tercera vez en este siglo que la bodega embarca uno de sus vinos en el emblemático buque. El primero fue el Palo Cortado Estrella de los Mares, que participó en el 90 crucero de instrucción en 2018. Hace poco más de un año, la bodega recibía al amontillado que había realizado el crucero número 43 del Elcano. Ambos vinos, disponibles en la página web de la bodega, tienen un precio de venta al público que supera los 500 euros (puedes ver y comprar aquí el amontillado y aquí el palo cortado). Pero volvamos al Tío Pepe.

La aventura comenzó en el mes de febrero, cuando la bodega embarcó en el buque escuela dos medias botas de un Tío Pepe muy especial de la vendimia 2016, procedente de dos pagos diferenciados: Macharnudo y Carrascal. A lo largo de estos meses, este Fino ha navegado a bordo del Juan Sebastián de Elcano, en su 94º crucero de instrucción con el que se culmina los actos conmemorativos del 500º aniversario de la primera circunnavegación del planeta.

En esta singladura, Tío Pepe Estrella de los Mares «ha evolucionado de forma excepcional, alcanzando una mayor riqueza de aromas y matices. Este vino de crianza biológica, un vino vivo, ha experimentado una evolución noble y singular que ha marcado el carácter de este Tío Pepe navegante. Asimismo, en el interior de las botas ha tenido lugar una crianza sumergida, que le ha aportado unos matices únicos».

Antonio Flores, enológo de González Byass, durante el acto de recepción. Arriba, Pedro Rebuelta, vicepresidente de González Byass, y Manuel García, Comandante del Buque Escuela. Fotos cedidas.

Lo de la crianza sumergida significa que el vino se ha sometido a las condiciones de navegación y la ubicación de la bodega del barco, prácticamente al nivel del mar y con una temperatura más o menos uniforme durante toda la travesía. Eso ha hecho que la levadura (el velo de flor que recubre la superficie de los vinos de crianza biológica como finos y manzanillas), que es muy sensible a los cambios bruscos de temperatura, haya sufrido menos. Las dos medias botas han contado un vacío de 10 litros cada una, lo que ha permitido que los vaivenes del barco hundan la flor, provocando una mayor superficie de contacto y un metabolismo más intenso debido al oxígeno disuelto en el vino.

En resumen: la temperatura, la presión y, sobre todo, el vaivén continuo de las olas del mar han afectado a la crianza del vino, «mejorando notablemente su organolepsia. Antaño, estas condiciones provocaron que el valor de los vinos, conocidos como vinos mareados o de ida y vuelta, llegara a multiplicarse por cinco», recuerdan.

Con la llegada de los barcos de vapor, esta práctica cayó en el olvido hasta que González Byass embarcó, en 2018, las dos medias botas de XC Palo Cortado y, en 2020, las otras dos de Amontillado Viña AB Estrella de los Mares. Ahora, esta bodega cierra con Tío Pepe, su vino insignia, «el homenaje a aquellos navegantes que cambiaron el curso de la humanidad».

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