El establecimiento viñero nació como ultramarinos a finales del siglo XIX. Poco a poco, la tienda fue dejando paso al bar, y ahora, gracias al impulso de la nueva generación, han puesto en marcha el servicio a domicilio… hasta para sus menús del día.

 

El menú del día de El Periquito de Cádiz ahora llega a casa a bordo de una moto con la llamativa mochila rosa de Piddy. El que fuera un ultramarinos de montañés afronta los nuevos tiempos implantando un servicio a domicilio que incluye su menú, sus tapas más populares y hasta los bocadillos. La iniciativa no es tanto el resultado de la pandemia como el signo de la llegada de la nueva generación a este negocio familiar.

Agustín y Santiago, dos de los socios que regentan El Periquito. Fotos de Cosasdecomé.

Y es que, mientras Santiago, Agustín y Pepe cuentan los meses que les quedan para jubilarse, sus descendientes empiezan a introducir las novedades con los que ya se vienen anunciando. Ningún establecimiento llega a viejo sin cambios, y El Periquito, con más de cien años a las espaldas, no es ninguna excepción.

Un poco de historia

El establecimiento se ubica en una esquina de Rosa, en La Viña.

Es Santiago Figueroa quien nos cuenta, sentado en una de la mesas del comedor que mira hacia la calle San Rafael, la historia del establecimiento. Tiene, como otro tantos negocios en la capital gaditana, origen montañés. En 1898, los Gómez Revuelta, procedentes de Santander, abrían un ultramarinos en la esquina entre Rosa y San Rafael, que ocupaba ya el mismo espacio del actual. Se bautizó como El Periquito, aunque los motivos nadie los sabe actualmente.

La zona más antigua de atención al público es la que está justo en la esquina.

En el año 48 entró a trabajar allí Agustín García como encargado. Agustín, nacido en la calle Botica, en el barrio de Santa María, acabó arrendando el negocio. Él y su mujer, Dolores Rodríguez, transformaron el negocio original. Crearon el bar y dejaron la parte de almacén separada, con fachada hacia Rosa. Cuando murió Agustín aún seguía existiendo esa parte de almacén, y de hecho siguió funcionando hasta la jubilación de su encargado; a día de hoy es uno de los cuatro comedores con los que cuenta El Periquito.

Santiago explica que la parte de bar más antigua es la que hace esquina, donde están las barras y las vitrinas. Si seguimos por la parte que da a San Rafael nos encontramos con un salón. A su derecha hay uno más, que ocupa el antiguo patio del almacén. Si lo cruzamos y giramos otra vez a la derecha damos con una tercera sala que nos conduce hasta el espacio donde estuvo el almacén hasta finales de los ochenta. Hemos dado la vuelta, y ahora tenemos que salir por la calle La Rosa. De hecho, la próxima reforma que se plantean es completar el círculo por dentro, comunicando el bar primigenio con esta sala más reciente.

Actualmente, el negocio está en manos de una sociedad. En ella está Santiago, yerno de Agustín y Dolores, y los hijos de estos: Pepe y Agustín. También dos hijos de Santiago, Mario y Virginia, y un hijo de Agustín, Jonathan. Tienen también la cercana Casa Agustín, un negocio que abrió en el 88 y que el primer Agustín no llegó a ver abierto porque falleció poco antes. Al principio se montó como una taberna con chacinas y conservas, pero al final se transformó en un bar cafetería.

Un horario peculiar y platos combinados

El Periquito tiene un horario peculiar, como de otros tiempos. Abren a las seis de la mañana y cierran tras los almuerzos. No abren por la noche ni los sábados. Personal de las cercanas facultades, trabajadores de supermercados y gente de la zona son su principal clientela. Están muy cerca de la playa de La Caleta, y el trabajo se incrementa en verano… y también en Carnaval, aunque el de este año ha sido bastante raro y no ha traído a la gente como otras veces. Parece que se han quedado «de Sagasta para arriba», explica Santiago; a lo mejor hay más suerte en el segundo Carnaval de este anómalo año. Eso sí: el horario es inflexible, y ni siquiera durante la noctámbula fiesta gaditana abren más allá de los almuerzos.

La pizarra que anuncia los platos combinados.

En el establecimiento se desayuna y come con una oferta tradicional. Por la mañana hay churros y variedad de panes y «untamientos». Luego tienen tapas frías y calientes, un surtido de entre 20 y 25 que van variando. Es toda comida casera –«aquí no entra nada congelado»– y lo más demandado es la pechuga de pollo, la carrillada, los calamares rellenos o la ensaladilla. Santiago muestra una tortilla que luce rechoncha sobre el tapero: «La ponemos con alioli, y la gente le llama ‘tortilla con sobredosis'».

Además de tapas, tienen menú del día.

Una de las cosas por las que destacan es por sus menús del día, compuestos por primero, segundo y postre, a un precio de nueve euros (lo habitual en Cádiz capital es que superen los 10 euros) y los platos combinados. Una pizarra en la pared da cuenta de los disponibles, con pez espada, albóndigas, marrajo… siempre acompañados por patatas, huevos y pimientos. También tienen mucha salida, explica Santiago, los bocadillos de tortilla, de filetes…

Las tapas frías.

Relevo

Santiago lleva trabajando en El Periquito 47 años, y se jubila en septiembre. «Tengo cotizado para dos jubilaciones», explica. Y es que una vez se puso a echar cuentas con un amigo taxista de las horas que había trabajado (empezó echando entre doce y catorce horas al día, seis días a la semana) y le salió el equivalente a unos setenta años de una jornada normal, de las de 40 horas semanales.

Desde la esquina de Rosa y San Rafael ha visto cómo se transformaba el barrio. Señala la casa de enfrente, una finca grande donde antes se hacinaban decenas de familias y donde ahora hay pisos de reciente construcción y hasta una lavandería de esas de monedas. Él mismo vivía de pequeño en un partidito de la calle Trinidad. En aquella finca vivían, cuando era pequeño, unas veinte familias, con una media de siete miembros cada una; ahora hay seis u ocho pisos.

Santiago señala a Carlos González, un trabajador que lleva 44 en el establecimiento. Entró con catorce.

Tras la jubilación de Santiago vendrá la de Agustín, que es el cocinero, y después le tocará a su hermano Pepe, por lo que ahora es la nueva generación la que están llamando a la puerta. La idea de empezar con el servicio a domicilio fue de Mario. Empezaron hace un año con Uber Eat. Después añadieron Glovo y Just Eat, y por último han decidido contar con los servicios de la gaditana Piddy (más datos aquí).

La actividad de este servicio se nota sobre todo los días de mal tiempo en los que la gente prefiere no salir de casa. Bocadillos y tapas son los que más salen, aunque también se pueden pedir los menús del día. Santiago cree que con las sucesivas generaciones llegarán más cambios que harán que siga la historia iniciada en Cádiz por unos montañeses en el año que España lloraba la pérdida de Cuba y Filipinas.

Más información sobre El Periquito aquí. 

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