Empezaron en 1967 con un bar, cuando en la zona solo había viñas. Hoy los cuatro hermanos Ramirez Galindo trabajan juntos en el bar y la carnicería desde donde promocionan con sus productos la gastronomía chiclanera
Rememorar el paisaje chiclanero hace 60 años es pensar en viñas y campos. Así era la carretera de Fuente Amarga cuando Juan Ramírez Bermúdez y Juana Galindo Petisme llegaron a Chiclana desde Conil recién casados, con unos 25 años, para crear una familia y un futuro.
Juan ya conocía la localidad, pues se dedicaba a vender leche de las vacas que tenía su padre en Conil. Cuenta su hijo Blas que obsequiaba a sus clientes con vino, y «terminó dando más vino que leche», así que decidió montar una pequeña taberna en aquel terreno, inhóspito entonces salvo por la actividad de las bodegas que sembraban y recolectaban la uva. Por aquel entonces, sus clientes eran vendimiadores, y algún trabajador que hacía las primeras instalaciones eléctricas de la zona, y también de la construcción, cuando años después se edificaron las primeras viviendas de la zona. Por eso han sido testigos de la evolución del barrio y de Chiclana hasta lo que es hoy.
En el año 67 fue cuando se estableció oficialmente como El Colinero, nombre que viene de la forma errónea de «conileño». En 1984, aprovechando los conocimientos de Juan como matarife, ampliaron el negocio con una carnicería. Allí mismo mataban los cerdos, era otra época con controles sanitarios diferentes a los actuales. Para ayudarles, buscaron a un joven que trabajaba en el antiguo mercado de abastos de Chiclana cuyo contrato iba a terminar en breve. Se trata de Francisco Reyes Álvarez, que aún hoy sigue formando parte de El Colinero, y es el encargado de elaborar, con la maestría que dan los años: chicharrones, morcillas, butifarras, chorizos… que le han dado gran fama al establecimiento.
En 1991 Juan fallecía con tan solo 51 años, dejando a su mujer y a sus cuatro hijos, Blas, Mari, Juan Francisco y Ángeles, y su yerno Jose Soriano, al frente del negocio. Los cuatro hermanos siguen trabajando juntos, manteniendo (con mucho esmero) el bar y la carnicería, y promocionando los productos típicos de Chiclana en diferentes los medios de comunicación y en eventos. El más destacado, la Fiesta del Chicharrón, en el que participan desde la primera edición en 2017, y que este año se cerró con la participación de cuatro carnicerías y 160 kilos de chicharrones.
La máxima es seguir trabajando de forma artesanal, por eso no planean nuevas aperturas, y seleccionan muy bien los clientes a los que surten, entre los que están hoteles de cinco estrellas, bares y restaurantes. Sus elaboraciones se hacen en la misma carnicería, en un caldero con una capacidad de unos 25 kilos en crudo. Suelen hacer uno de chicharrones al día entre semana, llegando a los tres o cuatro los fines de semana, especialmente los de verano, época en la que los turistas, además de tomar el sol en la playa, comen lo mejor que se despacha en el destino.
La morcilla es otro de sus productos más destacados, con un toque intenso de clavo intenso que la hacen especial y muy rica. Igual ocurre con su receta de la butifarra, muy bien especiada y que Francisco prepara y remueve con una pala, palpando alguna pieza para comprobar el punto. Tiene el toque del artesano que trabaja con fuego: da igual lo caliente que esté, ya no se quema (en el vídeo al principio del reportaje explica cómo prepara la butifarra y los famosos chicharrones)
Todo esto se puede comprar en la carnicería y probarse en el bar, que están uno frente al otro. En el bar cocina Mari, preparando desde pescado frito, caracoles, cabrillas, guisos clásicos, y tapeo que va variando a diario. Regado, cómo no, por vinos de Chiclana y cerveza bien fresquita. Abren desde la hora del desayuno, y, aunque son los fines de semana los días de más público, a diario se reúnen numerosos parroquianos, repartidos dentro y en sus dos terrazas.
Por toda su trayectoria y por promocionar el producto chiclanero, el Ayuntamiento les concedió en 2021 la Insignia de Oro, de la que presumen tanto en el bar como en la carnicería en sendos azulejos y un cartel de Embajadores del Chicharrón. Un título bien merecido del que dan cuenta a diario sus clientes.
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