Se llama La Taberna de Aarón y  es un establecimiento familiar y «diferente» que ha logrado afianzar una clientela en la localidad.

 

Se llama La Taberna de Aarón y está situado en Algodonales. Desde hace nueve años, atesora premios gastronómicos, singularidades y el apoyo de los vecinos, más notable a medida que la crisis del coronavirus hacía desaparecer a los parapentistas.

La taberna es un establecimiento familiar. En las cocinas están Eva Morillo y su hijo Fran Castaño; en sala, la otra hija de Eva, Kassandra. El nombre de Aaron corresponde al único miembro de la familia que no trabaja allí… el hijo más pequeño, de doce años, que bromea diciendo que él es el dueño. La madre del autoproclamado propietario ya venía del mundo de la hostelería: ha trabajado anteriormente en la hostelería, la mayor parte del tiempo en Zahara de la Sierra.

Explica Kassandra que han conseguido crear un ambiente muy diferente en el establecimiento. La Taberna tiene ya varios detalles curiosos en el interior, como los cuadros -que son obra de ella misma- o las botellas que decora su abuelo. Además, hay un montón de libros, porque el bar funciona como un punto de intercambio de lectura. Fuera, en la calle, una terraza que a veces llega a ocupar de esquina a esquina de la calle.

En la decoración hay obras de la familia. Fotos cedidas.

«Aquí la gente no sólo viene a comer, sino también a relajarse», explica, y ahí también tiene un papel destacado la música, que puede ir del jazz al rock flamenco o a la música de los ochenta… «Reguetón no te voy a poner», promete.

Carta no hay. Es de esos establecimientos que optan por la pizarra para sacar más partido de los productos de temporada. Se trata de cocina de mercado, en la que se tiene en cuenta que haya opciones para veganos y vegetarianos. Costillas con salsa de soja, Mero gratinado al alioli, croquetas (de setas, hongos, gambas al ajillo, morcilla, chorizo, jamón con pollo, espinacas con piñones, pollo asado…) o ensaladas son algunas de las propuestas. Las ensaladas, apunta Kassandra, no son las típicas mixtas: las suelen poner templadas, con champiñones, manzana, quesos, cherry… El establecimiento también elabora corderos o entrecots de los de uno o dos kilos por persona por encargo.

Las guarniciones también van variando, y los platos pueden estar acompañados, por ejemplo, por brocolí, arroz, verduras… El pan lo elaboran ellos mismos, incluyendo el pan de ajo que sirven calentito con aceitunas de la zona o cacahuetes. En postres, la estrella es una tarta de manzana con un único ingrediente: dos kilos de manzana. «A mi madre le han llegado a ofrecer 500 euros por la receta», asegura. También tienen tarta de queso, flan de leche condensada…

El establecimiento ya ha conseguido varios premios gracias a sus tapas en la ruta que se suele organizar por el Dos de Mayo (cuando celebran la recreación histórica de la Guerra de la Independencia), y Francisco fue el segundo clasificado de su categoría en el VI Concurso Andaluz de Jóvenes Cocineros y Cocineras.

Pero para Kassandra, «lo mejor que hay en el bar» son los clientes. Y es que al establecimiento solían acudir los extranjeros que practican el parapente en esta localidad, pero ya no hay debido a las restricciones para viajar que tratan de frenar los contagios por coronavirus. En este tiempo pandémico, han sido los vecinos de la zona los que han demostrado su apoyo al establecimiento, explica, «y han tenido mucha paciencia con nosotros».

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