Este restaurante, con el nombre de Curro, perteneció originalmente a Curro Ureba Pérez, también pionero en la apertura de chiringuitos en Zahara (el suyo se llamaba El Chozo de Curro y estaba frente al Hotel Gran Sol). Tras su fallecimiento sus hijos intentaron hacerse cargo del negocio familiar. Pero por aquel entonces la más mayor, Virtudes, tenía sólo 23 años, y finalmente desistieron y decidieron alquilar el negocio.
Desde aquella época han pasado cerca de dos décadas: el establecimiento ha pasado por varias manos y ha cambiado unas cuantas veces de nombre. Finalmente, Virtudes ha decidido volver a probar suerte y ha reabierto el restaurante con un nombre que mezcla el de su padre con el de su hijo, Kurro.
El establecimiento cuenta con una sala interior y con una terraza donde se han dispuesto mesas y sofás. El apartado gastronómico corre a cargo de la cocinera sevillana Silvia Suárez, con veinte años de experiencia. En la carta, platos tradicionales; la especialidad son los arroces y los pescados (traen los de estero de Lubimar), que cocinan al gusto del cliente… tienen bacalao al pil pil y una de las especilidades que más éxito están teniendo son unos camarones fritos que, según explica Virtudes, llegan vivos al restaurante y prácticamente sólo se les «enseña el aceite». También trabajan el atún rojo de almadraba: Virtudes destaca el tartar entre los platos que ‘borda’ la jefa de cocina.
En el establecimiento hay algunas tapas frías y dos calientes, la carrillada en salsa y el atún encebollado; todo lo demás son raciones o medias raciones.
Los desayunos
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